lunes, 31 de diciembre de 2012

De años viejos y nostalgias


El fin de año siempre me pone nostálgica. Como los domingos, los bollos de canela, el futbolín, los columpios del Paseo del Prado y los aeropuertos. También las canciones de Bryan Adams, pero eso no lo voy a decir porque es demasiado vergonzoso para confesarlo en un blog.

Supongo que tengo mucho que agradecer al 2012 y mucho que esperar del 2013, pero aún así, como tengo alma de portuguesa (y más cosas de portuguesa que se disimulan con cera) me entrego a los recuerdos y la saudade hasta que la sidra, el Cacique y las mamarrachadas de los que dan las campanadas en la tele hagan efecto.

Recuerdo, por ejemplo, que un día como hoy de hace dos o tres años me estaba enrollando en el baño de una fiesta con Gandalf (muy apropiado porque yo iba vestida de elfa del bosque. Pobre vestido, por cierto). 

Hace mucho más tiempo, en otra vida, el que hasta hoy sigue siendo el amor de mi vida me “presentaba” a su madre entre una multitud en el salón de su casa: “éste es Juanjo, ésta Mari, y ésta, mamá, ésta es Beli, mamá… Beeeeliii” mientras guiñaba un ojo. Un encuentro mucho más formal que cuando me vio por primera vez, escondida debajo del asiento del coche de su hijo que supuestamente se iba a la playa “con unos amigos”.

Mucho después, en otras latitudes pero también un 31 de diciembre, la llegada del año me pilló corriendo por las calles de un pueblecito andino, porque con tanto vecino invitando a chicha no nos dimos cuenta de que eran las 12 y ya habían empezado los petardos y la quema de los año viejos.

Esta vez no habrá disfraces, ni fiestas, ni besos, ni, gracias a dios, maíz fermentado (después de aquellas navidades no probé otra gota de alcohol hasta febrero).

Pero va a haber una madre que va a hacer como que no le importa que mi hermano y su familia se hayan vuelto a escaquear y cocinará como para 20 aunque sólo seamos 4, una abuela que se empezará a comer la uvas en cuanto Anne Igartiburu salga marcando tanga en la pantalla, un padre extralocuaz que no termina de entender que no entiendo de vinos y que me lo voy a beber igual, sea de la cosecha que sea, y dos gatos hinchapelotas que me alegran la vida y el año todos los días aunque no sea fiesta.

Con los tiempos que corren, me siento afortunada por ser la nostalgia lo único que me preocupe en Noche Vieja, y por eso, de verdad, y totalmente sobria (no es exaltación de la amistad), aprovecho y digo, a todos los que leéis esto, a todas las personas a las que quiero, a las que me quieren, a las que un día me quisieron y a las que quisieron quererme:

Feliz 2013

viernes, 28 de diciembre de 2012

¿Por qué éste sí?


Hace dos meses que conocí a Pepe. Sólo en la primera semana fuimos al cine, al teatro, hecho senderismo y hasta tuve mi primera crisis. Supongo que eso debe de suponer algún tipo de récord, a ver si lo googleo y me meto en un ránking.

Desde entonces ha habido muchos cines, cenas, mucho dormir abrazados y mucha cara de imbécil en el metro volviendo de su casa. Hablo de esa cara que se le queda a una cuando ha dormido poco pero bien, y en el camino de regreso mira a la gente del vagón pensando “Se van a dar cuenta. Se me nota que he follado”. Y su cerebro aturdido por la subida hormonal sólo acierta a rememorar lo que paso anoche (y por la mañana). Lo que dijo, lo que hizo, lo que acarició, lo que besó… Qué estupidez deliciosa.

Lo que no termino de entender es por qué él sí y otros no. Por qué por primera vez desde que rompí con P. quiero que un ente concreto se inmiscuya en mi vida. ¿Qué tiene él que no tuvieran los otros?

Mi potencial dragon tiene cualidades, faltaría más: Es inteligente, culto, cariñoso, con sentido del humor… Como tantos otros. Pero éste me miente y yo le creo. Adiós barreras, adiós murallas. Hola corazón hecho polenta.

martes, 25 de diciembre de 2012

Cara de gilipollas (Happybeli to you III)

(Viene de entradas anteriores, y con éste ya termino)

Tercer regalo: Una preciosa cara de gilipollas a estrenar

La cena de cumpleaños marchaba estupendamente, tanto que incluso en un momento los maridos salieron a fumar a la calle, los peques se durmieron y pudimos quedarnos solas a marujear de nuestras cosas. Les conté un poco (sin entrar en detalles) sobre Pepe, nos pusimos al día, María me preguntó que cómo me sentía con las noticias de los últimos embarazos, se lo conté y por su parte confesó que ella misma a veces también se siente agobiada y echa de menos tener algo de vida más allá de sus dos pequeños. Me conmoví, no me lo esperaba. Pero como el tiempo apremiaba, pasamos a otro tema:

- Así que P. ha tenido un niño
- ¿ehin?
- Ah ¿No lo sabías? Perdona, es que como ha colgado las fotos en facebook pensé...
- Ya nunca entro en facebook
- A lo mejor no es suyo... no lo sé, no miré mucho... yo...
- No, si da igual

Al día siguiente lo comprobé, eso sí, con mi madre al lado para, al tener público, asegurarme de que mantenía la compostura y la dignidad. Y sí. Había sido padre. No sé si de un niño o una niña porque lo único que vi en las fotos era mi propia cara con un cartel de "gilipollas" en la frente, así, para todo el que lo quisiera ver, en abierto y en mi muro de facebook.

Cuando empezamos a salir, P. tenía una hija y muy claro que ya había cumplido con la patria, que no quería más. Cuando 2 años de convivencia y una ruptura después vino a España a que nos reconciliáramos, el tema de la descendencia era el único que nos separaba de un futuro común, y entonces me dijo las palabras de amor más bonitas que he escuchado nunca:

"Por ti, estoy dispuesto a tener un hijo"

Un mes después de aterrizar en su país para pasar el resto de la vida a su lado, una noche comiendo pizza me dijo que había cambiado de opinión. Que con su hija tenía bastante, que había pasado tres años alejado de ella, y que ahora no podía compartirla con otro niño. Que no tenía tiempo. Pero claro, para ese entonces ya no me quería.

Esa es la diferencia. A esta chica, a la que conoció apenas dos meses después de que yo volviera con el corazón en una cajita, sí la quiere, y las fotos de la familia feliz en la habitación del hospital es la constatación de que yo lo dejé todo en España para construir un futuro con un hombre que, desde hacía tiempo, me había dejado de querer, pero no se había dado cuenta. La constatación de que hice el gilipollas. En facebook. Para que todo el mundo lo sepa.
Feliz cumpleaños, Beli.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Ni fin del mundo ni ná


Pues parece que después de todo el mundo no se ha acabado. Qué desilusión, con lo que me apetecía a mí ver una lluvia de asteroides, o conocer a un zombi en persona.

Tampoco me ha tocado la lotería, lo cual está muy bien, porque así estoy segura de que el hombre que me quiera no lo hará por mi dinero.

Lo malo de todo esto es que habrá que hacer otra vez propósitos de año nuevo y no cumplirlos, y seguir viviendo en este mundo tal y como lo conocemos, que, la verdad, a veces es un asco.

Pero es Navidad, he sacado los adornos y mi espíritu navideño del trastero y estoy dispuesta a disfrutar de lo que venga, sea una cena familiar desastrosa, un apocalipsis o simplemente una mañana de dormir hasta más allá del medio día, que me lo he ganado.

¡Felices Fiestas!

PD. ¿Y ahora que hago yo con los 50 litros de agua y la máscara de gas que compré en el Lidl?

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Amor del bueno (Happybeli to you II)


Hace un mes que dejé colgado el post de mi cumpleaños, pero claro, si ultimamente no soy capaz de llegar puntual ni al trabajo, pues mucho menos al blog.
Por suerte, con la memoria excelente que tengo para las gilipolleces, me acuerdo de lo que quería contar. Vamos a empezar por el principio:

¡Feliz no-cumpleaños, Beli!

Segundo regalo (Una caja de amor del bueno (con conservantes y edulcorantes naturales)

Ya he dicho antes por aquí que todas mis amigas están casadas, preñadas o paridas. A mí me encantan los niños, quiero con locura a mis sobrinos postizos, me alegro de corazón con la noticia de cada embarazo, juego con ellos, les presto mis peluches, les doy besitos cuando lloran y cuando no, soy paciente, estoy pendiente... estoy hasta los cojones. 
Mi instinto maternal salió por la puerta el día que Oshún entró por ella y tiré mi reloj biológico por la ventana, porque tanto tic tac no me dejaba dormir. 

Y lo cierto es que cada vez que quedo con mi gente de verdad, me encuentro arrastrada a un torbellino de gritos, llantos, vasos de cerveza volcados y conversaciones entrecortadas que giran entorno a naúseas, vómitos, guarderías, ciáticas, suegras y ecografías. 

Lo siento, pero ya estoy harta. No es mi vida, no tengo nada que ver con todo eso, me siento tan ajena, tan fuera de lugar, que se me quitan las ganas de compartir mis cosas, me aburro un poco y echo de menos los tiempos en los que podíamos estar horas jugando a las cartas, comiendo guarrerías y hablando de todo y de nada. O salir a bailar. O hacer tonterías sin horario. Como sé que no es posible, me resigno y saco lo mejor de la situación, pero a veces me harto y no puedo.

El día de mi cumpleaños, cuando me bajaron los niveles de dopamina tras la noche con Pepe, sólo me quedó el sueño y el cansancio. Y unas nulas ganas de bajarme de mi nube para mezclarme con la prosaica realidad familiar de mis amigas. Para colmo, a los 15 minutos de rigor que iba a llegar tarde, se sumaron 45 más por culpa de un malentendido con la hora de quedada, y  terminé nerviosa, a las carreras, despotricando contra el mundo, mi vida y lo difícil que es encontrar un taxi en mi barrio, sobre todo cuando tienes prisa.

En el camino fui envenenándome de a poquitos y buscando excusas para volverme a casa y mandarlo todo a paseo, pero claro, está feo eso de no presentarse en tu propia cena de cumpleaños, así que cambié el discurso y me preparé para afrontar lo que me iba a encontrar al llegar al restaurante. Y ¿qué me encontré?

Pues un montón de caras contentas, de "feliz cumpleaños", de abrazos, de besitos pegajosos, un "tranquila, que ya has llegado" y un divertido "hemos aprovechado que no estabas para pedir carnaza" (soy vegetariana).

Mis amigas. Las que están ahí. Las que siempre estarán, las que me perdonan que sea un desastre, las que llevan soportando sin reproches mi impuntualidad desde hace 20 años, las que siempre me esperaron cuando me marché a otro país, ya dos veces, para no volver. Las que me hicieron la tía postiza más orgullosa del mundo.

A veces se me olvida, pero eso es amor y no las tonterías de Jenifer Aniston.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Happybeli to you


Puffff. Ha sido un fin de semana tan movidito (física y emocionalmente) que he decidido dividir el post en tres partes (mis tres regalos) y aún así no sé ni por dónde empezar. Bueno sí, empezaré por hacerme un homenaje (que para eso es mi blog ¿no?)

¡Feliz Cumpleaños Beli!

Pues sí, hoy (ya lunes) 12 de noviembre, hace ni más ni menos que 35 años que llegué a este mundo entre dolores de parto y discusiones familiares. Con mi abuelo Secundino (que normalmente no se alteraba por nada) amenazando con echar del hospital al que volviera a decir que esa niña era fea y con la banda sonora de mis alaridos amenizando la entrañable reunión (empecé a llorar ese día y no paré hasta los 16).

Primer regalo (Dos tickets para la montaña rusa Dragon-Fuck)

La primera parte de mi fin de semana precumpleañero comenzó premonitoriamente con “La vida es sueño”, en un montaje teatral que casi me reconcilia con el Siglo de Oro de la literatura española. Y si la obra me pareció buena, las horas de (disculpadme el anglicismo, pero no doy con un adjetivo mejor) mind-blowing sex que le siguieron me auguraron un comienzo de los 35 insuperable.

¿Qué mejor forma de empezar el año que montada en una nube cual Son Goku? O mejor dicho en un dragón. En “my potencial dragon”.
A lo mejor es sólo que estoy atravesando la crisis de los 35 y  como comprarme un descapotable no tendría sentido, ya que no tengo ni el dinero ni el carné, he decidido en su lugar hacer una estupidez aún mayor, que es ignorar los 10 años y las muchas diferencias que me separan de Pepe y pretender que éste es el bueno, el que estaba buscando.

O a lo mejor es que cuatro inseguridades de nada no pueden competir con una lengua que lo mismo te habla de Corea que te proporciona tres orgasmos sin solución de continuidad.
Y después de eso, a ver quién es la guapa que se pone a pensar con claridad.

(Continuará)

martes, 6 de noviembre de 2012

Tired of being in charge


Charleen dice que tiene que emigrar, que no está satisfecha con la estatura media del macho español, y que se tiene que marchar a un país donde medir 1,80 sea ser bajito. Que quiere encontrar un hombre que la haga sentir una pequeña princesita, que la mime, que la cuide, que se haga cargo de las cosas… Viéndola encaramada en su 1,90 (con tacones, pero 1,90), con su voz potente y esa personalidad que llena habitaciones (y quién sabe, algún día, estadios) sólo se me ocurrió una pregunta:

-Why would you wanna do that?
-I’m tired of being the man

Y me acordé. Yo también, en algún momento, he estado cansada. Cansada de arrastrar muebles, de cargar cajas de IKEA que pesan más que yo, de limpiar, taladrar, discutir con el banco y con Hacienda, colgar estanterías, hacer comida, subir la compra, ordenar warehouses, escuchar intrusos en el patio, ver huracanes tras ventanas que tiemblan y se agitan, arreglar mesas que cojean, pintar paredes y sacar arañas.

A veces me canso de vivir la vida sin ayuda. Espero que la gente que cree, como yo, en la igualdad hombre-mujer no se eche las manos a la cabeza y me tache de machista. Más bien al contrario, en mi afán por hacerlo todo yo sola, ha habido momentos en los que he tocado fondo, me he sentado en el sofá y he estado tentada de jugar el comodín de “Ayúdame, que soy pequeña y no puedo” haciéndole un flaco favor a las de mi sexo. Siempre he pensado que las mujeres que sacan esa carta cada vez que hay que levantar peso o apretar un tornillo (conozco a varias) nos perjudican a todas las demás en nuestra lucha por que nos tomen en serio.

Estoy segura de que a los hombres también les pasa, pero ellos no tienen comodín, y eso es un problema para todos.  Tal vez el camino no pase por que nosotras dejemos de pedir ayuda. Tal vez la solución es que ellos empiecen a reconocer que, en ocasiones, también pasan miedo, que tampoco les gustan las arañas, y que muchas veces “They are tired of being in charge.”

domingo, 4 de noviembre de 2012

La cita interminable


¿Cómo debe ser una primera cita a ciegas? En Meetic, con la suscripción, no te dan ningún manual de cómo hacer las cosas, así que cada uno improvisa como puede. La idea, más o menos, es tomarse una cañas y contarse la vida (con especial hincapié en el pasado sentimental), visitar un par de bares, e irse a casa. En total, unas 3 o 4 horas.

Una opción muy socorrida es el cine, porque si no tienes nada de qué hablar, siempre puedes comentar la película, y tengo entendido que otra versión que tiene mucho éxito es la de quedar para cenar. Supongo que los silencios incómodos se disimulan mejor con la boca llena.

En el apartado de cómo comportarse, la premisa principal es fundamentalmente ser amable y seguir el rollo. Los hay que te cogen de la mano (véase Stan), los hay que te cogen de la mano y te besan (véase JL), los hay que se te lanzan por sorpresa (véase Luke) y los hay que te dan dos besos y te dicen que la próxima en Salamanca (véase Salmantino).

Yo llegué a mi primer encuentro con Pepe ligeramente desanimada. Después de la expectación y las ganas que me había creado nuestro último chat, en los cuatro días que mediaban entre éste y la cita en sí, la ilusión se me había desinflado un poco.

A lo mejor fue por su mensaje de “necesito hablar contigo, que hace 48 horas que no nos comunicamos” o el que me advirtiese por la mañana de que a lo mejor no podía quedar o que en cualquier caso tendríamos que retrasarlo a las 9, o tal vez el maldito sentido común que siempre se interpone entre nuestras fantasías y la realidad, pero el caso es que cuando llegué, mis esperanzas no estaban, lo que se puede decir altas.

Pero empezamos con unas cañas y la cosa fue bien. Y luego nos sentamos en una pizzería (la mía tenía ajo y me sentí como la del anuncio) y la cosa siguió animada, así que entramos a un bar y nos tomamos otra (ambas sin alcohol, que él tenía que conducir y yo tenía que no vomitar la pizza), y nos cerraron los bares y yo, que me había propuesto no besarle, y no dejarle que me llevara a casa, me monté en su coche resuelta a cumplir, por lo menos, mi primer propósito.

¿Hacemos algo raro? ¿Dónde podemos ir? ¿Al Escorial?
- (¿pero no me ibas a dejar en mi casa?) No lo veo claro
- Vamos a Vallecas, al mirador
- Vale
Niños y niñas que me leéis desde vuestras casas. Si alguna vez un desconocido te invita a ir de madrugada a un parque oscuro y alejado de la mano de dios, decid que no. Si resulta ser un psicópata, estás perdida, es una irresponsabilidad, un riesgo estúpido. Pero mi sentido común se ve que estaba de puente, y allá que nos fuimos, armados con una botella de agua y medio paquete de tabaco. Por suerte Pepe resultó no ser un psicópata (y si lo es, perdió una oportunidad de oro para descuartizarme) y la cosa salió bien. Muy bien.

Nos tumbamos en la colina a ver las estrellas (las tres que se dejan ver en Madrid) hablamos de la vida, del pasado y del amor en Meetic, hizo frío, nos acurrucamos y al final, allá hacia las 5 de la mañana, después de 8 horas de primera cita, nos besamos. Parecíamos el guión de una película indie de los 90.

Y lo raro es que nada de eso fue raro.


miércoles, 31 de octubre de 2012

La menos mala forma de romper


No sé si lo sabéis, pero en Meetic hay ciertas conversaciones recurrentes por las que, entre coqueteo y coqueteo, uno pasa invariablemente, especialmente durante el primer chat. Una de ellas es la suerte que uno ha tenido en la página (muy buena nunca ha podido ser cuando ahí sigues), si ha conocido a alguien interesante, si ha llegado a tener alguna relación… En esas estábamos con Pepe (el abuelo) cuando me ha contado que estuvo 8 meses con una chica que conoció por aquí. La cosa fue más o menos así:

Beli: Entonces por lo menos te has conseguido enamorar
          por Meetic, eso ya es algo
Pepe: He dicho que estuve 8 meses con ella, no que me
            enamorase
Beli: ¿Y cómo estás 8 meses con una persona de la que no
           estás enamorado?
Pepe: Pues porque al principio pensé que sí, que me iba a
            enamorar, pero luego pasó el tiempo y no lo
            conseguí, y como soy un poco torpe para estas cosas,
            no sabía cómo cortar y se fue alargando. Ella sí se
            enamoró y terminé haciéndole daño.
Beli: Pues si yo me enamoro locamente de ti y tú quieres
           cortar, dímelo enseguida aunque sea por mail.

Me salió del alma, tan espontáneamente como se puede decir algo desde un teclado. Y me sentí fatal. ¿No es exactamente eso lo que yo estoy haciendo con JL? ¿Dejar pasar el tiempo, esperar un milagro, sentir cada vez menos y permitir que él, mientras tanto, se enrede en cosas que no son pero lo parecen?

Me costó conciliar el sueño, estuve dando vueltas, en la cama, y a la mejor manera de hacer lo que tenía que hacer, lo que tenía que haber hecho hace ya tiempo: Cortar con JL.

Podía esperar a la siguiente cita, pero estaría una semana creando la expectativa de un nuevo encuentro para luego echar el jarro de agua fría a los 5 minutos. Podría escribirle diciendo que teníamos que hablar, y luego explicárselo en persona, pero se iba a su tierra y eso supondría tenerle en vilo tres días para nada.

Al final tomé, supongo, la alternativa más fácil, la más cobarde, tal vez, pero la que resolvía de un plumazo mis problemas de conciencia: Le escribí un e-mail. Lleno del cariño que le tengo, pero un e-mail. Cargado de remordimientos y mea culpas, pero un e-mail. Al fin y al cabo, toda nuestra comunicación (excepto cuando estábamos juntos) pasó por ahí. Nunca hablamos por teléfono ni whatsappeamos (nunca le di mi número). El correo electrónico era, en cierto modo, el vehículo donde se gestó lo nuestro, y por lo tanto, el vehículo donde debía morir. O eso me digo para sentirme mejor.

domingo, 28 de octubre de 2012

Semana de euforia en Meetic


He tenido una semana ajetreada en Meetic. Se terminaba la promoción que me habían ofrecido y tenía que repartir mi dirección de Messenger al mayor número de solteros posibles para estar entretenida por lo menos un par de meses.

Lo mejor de las promociones es abrir tu bandeja de entrada y saciar tu curiosidad escudriñando entre los mensajes viejos, de esos de los que sólo habías podido leer el título y ver la foto, y entre ellos, me he encontrado esta sorpresa:

Le has gustado a este abuelo.
Buena suerte.
Besos,
P.

Simple y efectivo. Me hizo reír, y eso se merece un correo. Nunca respondo a mayores de 39 (por algún sitio hay que cortar) y raramente a divorciados, y el muchacho en cuestión tiene 42 y está separado.

Me he marcado un par de chats y he intercambiado correos con varios chicos, de mi edad, solteros, agradables… y la verdad, ninguno me ha llamado la atención tanto como el abuelo. Moraleja: …Bueno, no sé si hay moraleja. Que el hombre me gusta. Sin dar el perfil. Sin ser lo que buscaba. Pero me gusta.

miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Y si…? (La espinita del Salmantino)


Procrastinando la corrección de redacciones entro en Meetic a ver qué se cuece. Poca cosa: Un flechazo aquí, un mail que no puedo abrir allá, y de repente, un mensaje de chat de un apodo familiar. Es el Salmantino, con un saludo muy original que ya me había hecho hace uno o dos millones de años, en la era pre JL, pre Luke, pre hastío.

“Este chico está tonto”, me digo, pues sabe de sobra que no puedo usar el chat. O no se acuerda, que es lo más probable (con la que monté para poder pasarle mi e-mail). Me indigno al darme cuenta y me propongo ignorarle, pero no puedo. La curiosidad mató al gato, dicen y a esta gata la curiosidad le ha hecho hacer más de una tontería horizontal, vertical, y últimamente, frente a la pantalla de un ordenador. Me conecto al Messenger porque “¿Y si…?” 

Cómo odio los “¿Y si…?”, especialmente cuando se los pregunta la Meg Ryan que tengo encerrada bajo dos candados en el sótano de mi subconsciente. ¿Y si este hombre que me hizo soñar por chat y luego desapareció es, finalmente, el hombre de mi vida? ¿Y si por orgullo estoy despreciando la oportunidad de conocer al único soltero realmente interesante de Meetic? ¿Y si aunque nunca más escribió, contestó, ni accedió a quedar conmigo, secretamente ha estado pensando en mí, arrepintiéndose de su cobardía? ¿Y si su silencio se debe a motivos inconfesables, como haber sido secuestrado por un dictador africano que le sorprendió intentando instaurar la democracia en el país? ¿O resultó herido al salvar a una inocente ancianita de las garras de un delincuente perverso, mallas de lycra incluídas?

Tengo que averiguarlo, así que espero impaciente a que me responda, y ahí está, prometiéndome (cómo no) que mañana viene a Madrid y que le gustaría que nos viéramos. Intercambiamos números y la voz de Helena Bonham-Carter (que está amordazando a Meg con un calcetín) me dice que no sea ilusa, que no va a aparecer.

Como no las tengo todas conmigo, al día siguiente llego media hora tarde a la cita y para mi sorpresa, él está ahí, esperándome. Y para mi sorpresa, no hay chispas ni mariposas, ni dragones sobrevolando nuestras cabezas. Sólo un par de cervezas en la mesa y una conversación sobre ciencia ficción y Marte. Él está convencido de que nuestros nietos se mudarán allí a vivir una vez agotados los recursos en la Tierra y yo le digo que es más fácil transformar este planeta e importar agua que irnos todos para allí cual caravana dominical de los 60 pero en naves espaciales (con lo complicadas que son las mudanzas). Luego pasamos a discutir regímenes políticos y sociales de ahora y de siempre y critica mi “relativismo”. Con lo orgullosa que estoy de mi relativismo y del esfuerzo que me ha costado llegar hasta él. 

Otro bar y religión, cine (Lars Von Trier es trending topic en todas mis citas), Ana María Matute y Olvidado rey Gudú, y sin darnos cuenta ya es más de la 1 y me lo estoy pasando genial. Como me lo pasaba con los colegas frikis de la tienda de cómics que frecuentaba en mis años de universidad. La conversión es igual de animada y mi atracción sexual es igual de nula. Para animar la cosa, se me rompe el tirante del vestido y le enseño sin querer una teta, pero ni por esas la temperatura de la cita se eleva, hacemos que no ha pasado nada y seguimos con la charla.

Un poco antes de las dos dice que se tiene que retirar, que aún le quedan unos cuantos kilómetros hasta Salamanca, así que nos despedimos, y yo no puedo quitarme una sonrisa triunfal de la cara.

Ya está, fuera espinita, se acabó el fantasear con el Salmantino, se acabaron los “¿Y si…?” Ya sé quién es y ya sé que no quiero nada con él. Sé que me encantaría presentárselo a una amiga si me quedara alguna soltera. Qué engañoso es esto del ciberespacio, cómo jugamos con nuestras mentes y nuestras expectativas, cómo nos mentimos. Me monto en el búho sintiendo como que atravieso una cortina de humo y al otro lado están las ganas que tengo de echar un Trivial, no un polvo, con el Salmantino.

miércoles, 3 de octubre de 2012

El Bicho

En contra de lo que pensaba, adoptar al Bicho no ha hecho sino estrechar mi relación con mi pequeña familia felina. Observarles mientras me destrozan la casa, escuchar sus ronroneos, ver multiplicarse la bola de pelos que cubre mi sofá y dormir con uno en los pies y otro en la cabeza me hace cuestionarme si realmente necesito poner un hombre en mi vida. No sé si mi amor es infinito, y Oshún y el Bicho ya se llevan una gran parte.

Por cierto, yo le quería llamar Tyrion o Pinkman (definitivamente es un Jessie Pinkman, callejero, malote y tierno hasta la médula) pero tenía miedo de encariñarme y que luego no se llevara bien con Oshún. Una vez que le pones nombre no hay marcha atrás.

Durante la semana de adaptación una canción de Pereza me rondaba la cabeza y se la cantaba mientras le acariciaba la barriga y jugaba a la pelota en su habitación. La gente piensa que es un nombre feo, pero él y yo sabemos que no y eso es lo que importa.




domingo, 30 de septiembre de 2012

Celestina felina


No sé si lo sabéis, pero conseguir que dos gatos se hagan amigos (o al menos no se lleven mal) conlleva un proceso largo y laborioso. Básicamente consiste en encerrar al recién llegado hasta que poco a poco el antiguo inquilino (Oshún en este caso) se acostumbre a su olor, a su presencia, y finalmente a compartir su territorio. Puede llevar días, semanas o meses. Yo, desde bien empezado el protocolo, supe que por el bien de mi salud mental, más les valía a estos dos hacerse amigos antes del domingo.

El pequeño llevaba bastante mal lo de estar confinado en una habitación y su espíritu inquieto le llevaba a oler, arañar comer y mear todas las más preciadas posesiones de Oshún cada vez que le dejaba suelto por la casa. Ella por su parte bufaba y (yo lo sé) internamente me reprochaba haberle traído a esa bola de pelos a alterar su preciada rutina.

Aprovechando el fin de semana bajé a los chinos y pertrechada con una mosquitera y dos barras de ducha extensibles, mi ingenio (agudizado por la necesidad) creó una especie de pantalla en la puerta para que los dos gatos se pudieran ver sin atacarse. El pequeño saltaba y se trepaba intentando salir al encuentro de la gata, mientras ésta le gruñía y bufaba y hasta le tiraba arañazos en cuanto tenía la más mínima ocasión. Viéndola tan fuera de sí, hasta a mí me dio miedo, pero no al Bicho, que parecía decir “quiero ser tu amiguito, vamos a jugar”. Totalmente fuera de onda estos dos.

Por suerte JL se ofreció a mudarse a mi casa el fin de semana para ayudarme con el paso final. La noche del viernes nos la pasamos turnándonos para calmar al pequeño cuando lloraba o quedarnos con Oshún en la habitación cuando le sacábamos. Una pequeña y feliz familia parecíamos. Por fin el sábado dimos el gran paso. Yo armada con la pistola de agua y él con mucha paciencia para acatar mis órdenes y una toalla por si la cosa se ponía demasiado fea, abrimos la mosquitera. Tras varias sesiones de muchas horas de bufidos, arañazos, peleas y persecuciones, por fin hoy por la mañana pasó esto:


¿Tanta pelea? ¿Tanta protesta? ¿Tanto grito? Si yo ya había visto que erais el uno para el otro. Soy la celestina de los felinos. Si funcionara igual de bien conmigo misma…




miércoles, 26 de septiembre de 2012

La loca de los gatos (cada vez más cerca)


Si hace unos meses dije que no creía en los flechazos, he de bajar la cabeza y retractarme. Ocurrió el martes, en el camino a casa. Cuando le vi a lo lejos estaba coqueteando con unas señoras, pero (así es el amor) en cuanto me acerqué las dejó donde estaban para venir a mí. Me miró con esos ojazos entre oliva y miel, tan rubio, tan gordo. Le acaricié, le susurré palabras bonitas y supe que tenía que ser mío.

“Llévatelo, llévatelo” me gritaban las señoras. “No sé, es que ya tengo otra…” Pero la decisión ya estaba tomada. Hacía tiempo que quería darle un hermanito a Oshún para que pudiera jugar mientras yo estaba fuera de casa, y si lo había pospuesto había sido por puro egoísmo. No quería que nadie me quitase ni un poquito de su cariño o del tiempo que compartíamos juntas, pero en el fondo, sabía que ella iba a ser más feliz. 

Esta nueva adopción ha sido un acto de amor, aunque nadie me cree y ahora mi familia y mis amigos están escandalizados y me hacen prometer que es el último. Temen que me convierta en la loca de los gatos, y supongo que no les faltan razones. Técnicamente (lo he leído en Internet) hacen falta 5. Estoy a tres.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Momento perfecto


Cansada, sudada y viva después de un paseo en bici con Linda. Sólo yo camino por el largo pasillo que comunica Acacias con Embajadores, donde un violinista toca con arte una pieza clásica. Al fondo, un niño llega deslizándose sobre los baldosines. En el momento en el que me inclino para echarle una moneda al músico y éste me agradece con un gesto de cabeza, el niño tropieza y cae entre risas suyas y de su madre. Yo les miro divertida y me devuelven la sonrisa cuando nos cruzamos.
Al llegar al andén me pongo los cascos y suena Yellow Ledbetter, menos triste pero más bonita que otras veces.
Es domingo y es perfecto y pienso que, a lo mejor, la felicidad es sólo esto.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Tenemos que hablar


Como no era capaz de tomar una decisión sobre JL, recurrí a la claridad de ideas de mi amiga Dolores, y como siempre, me dio la respuesta que, como siempre, era mucho más sencilla de lo que yo pensaba.

   - Díselo
   - ¿Pero qué le voy a decir? ¿Que me gusta pero que esto no  
      va a ir a ninguna parte?
   - Claro. A lo mejor él tampoco quiere nada más y le parece
      bien
   - O a lo mejor me manda a la mierda
   - Puede ser, pero tú te quedas más tranquila

Así que quedé con él. Llegué a su casa hecha un flan, le ayudé a poner la mesa, y con el cigarro de después de cenar, abrí la espita:

   -Tenemos que hablar

Por el pánico en sus ojos, creo que se pensó que me había quedado embarazada o algo, pero no tuve oportunidad de preguntárselo.

Se lo conté todo, al principio dudando, sin encontrar las palabras, pero luego no pude parar. Todas las ideas que bullían en mi cabeza desde hacía meses, toda la culpa, la incertidumbre… Le dije que yo seguía buscando, que él no era lo que quería, que le había puesto los cuernos y que se los volvería a poner, y que confiaba en que él hiciera lo propio, que yo lo quería TODO, y él no me lo podía dar. Tras unos segundos de reflexión, JL contraatacó:

- ¿Pero tú estás a gusto conmigo?
- Sí
- ¿Te lo pasas bien?
- Sí
- Pues entonces yo no me planteo más. No sé lo que va a durar, pero yo soy más feliz que antes de conocerte. Lo que tenga que pasar ya se verá.

Muy fácil. Muy claro. Tanta angustia para terminar abrazados en su cama meciéndome con sus ronquidos como si nada nunca hubiera no estado bien.

No sé si Dolores y JL tienen una visión de la realidad envidiablemente cristalina o yo me complico la vida en exceso. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mentir por omisión


El tiempo pasa y mis sentimientos (o ausencia de ellos) por JL no cambian. Todas las semanas me digo que esto no puede seguir así, y todas las semanas le veo y es todo tan fácil, y tan agradable y tan tierno en su sencillez, que me siento incapaz de hacer algo al respecto. Acostarme con Luke tampoco me ayudó a aclarar las cosas, para bien o para mal.

Hay muchas formas de mentir, y todas, en mi opinión, son igualmente deleznables. Yo sé que estoy mintiendo a JL. Nunca le he dicho nada que no pensara o no sintiera. Nunca en mis frases he dejado flotar una promesa de futuro, nunca una palabra sobre amor o compromiso, nunca un acto de arrebatado sentimentalismo. 

Y sin embargo, le miento. No por pensamiento, palabra u obra, sino por omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Yo sé (o intuyo) que él acepta mi silencio como un sí, y que el hecho de que cuando estemos juntos nos comportemos como novios (y yo no objete nada al respecto) le hace pensar que estamos en la misma página y que esta relación va encaminada a un posible futuro juntos. Pero no es así, y siento que me estoy guardando información importante que él debería conocer.

Y yo me pregunto, ¿a partir de qué momento estamos obligados a compartir estas cosas? ¿Cuándo una relación se convierte en una relación? ¿Cuándo empezamos a deberle algo a la otra persona?

Hasta donde yo sé, JL es sólo mi amante, sin ataduras y sin fidelidades, y sin embargo, siento que lo que estoy haciendo está mal. Muy mal.



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Canción de Luke


Hay veces que alguien es una canción. No hablo de “Oh cariño, es nuestro tema” porque sonaba en las fiestas del pueblo cuando os enrollasteis por primera vez. Hablo de esa otra sensación, de escuchar un verso o un ritmo y pensar: “Esto lo compusieron para ti”. O para la parte de ti que conozco o que me mostraste. O la parte de mí que aparece cuando estoy contigo. Muchas de las personas a las que les he colgado canciones han desaparecido de mi vida sin saberlo. Y a lo mejor les habría hecho ilusión.

Hace mucho tiempo perdí la cabeza por alguien que no debía y aún recuerdo cómo una mañana, subiendo por la calle La Palma tras salir de su casa, se apoderó de mí como un martillo percutor o un salmo “En tu agujero” de Marea, retumbando en mi cabeza resacosa y humillada. Y fue entonces cuando tuve más claro que nunca que ese chico no me hacía bien.



El otro día esperaba el autobús después de haber pasado la noche con Luke y sin previo aviso, desde mi ipod, mi querido maestro, el señor Zambayonny, me berreó esto al oído:



Era tan Luke que me dio la risa y claro, las señoras de la parada, que no entendían nada, me miraron raro.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Experimento dominátrix


La última vez que vi a Luke (la vez que decidí que fuera la última) terminé frustrada e insatisfecha. En todos los sentidos en los que alguien se puede sentir frustrado e insatisfecho. Si algo me quedó claro es que no tenía por qué aguantar algo así, que mi generosidad y mi paciencia tenían un límite y por este chico no merecía la pena ni alcanzarlo.

De aquello hace ya varios meses y el enfado que pude tener ya se me había pasado, así que hablando por su recién estrenado whatsapp y viendo que él tenía ganas de repetir, se me ocurrió comprobar una hipótesis: ¿Se podría convertir Luke en un amante generoso si se encontrase en la cama a alguien tan egoísta como él? ¿Se cazan más orgasmos con miel o con vinagre?

Como el tema no estaba para citas elaboradas, me fui a Malasaña a jugar un trivial con unas amigas, él se fue de copas con sus colegas, y cuando tuvimos a bien terminar nuestras respectivas obligaciones, nos encontramos en mi casa. Ponernos al día de nuestras vidas en los últimos meses no nos llevó mucho tiempo, así que enseguida empezamos con el experimento: Yo haciéndome la dura y él maniobrando en los espacios. Tras la confusión inicial fue rápido en su reacción y viendo que yo no iba a dar ni una caricia de más, se esforzó en llenar el vacío con más movimientos y trucos que guardaba a saber dónde y yo no había visto nunca, supongo que confiando en que yo me iba a ablandar y a poner de mi parte para devolverle el esfuerzo invertido, pero cuanto más empeño ponía él, más dominátrix me ponía yo.

Y funcionó. Vaya que si funcionó. El mejor polvo Luke-Beli de la corta historia de Luke y Beli. Tan bueno que prefiero no repetir, no vaya a ser que se aprenda el truco y ya no funcione. Y además, ir de dura por la vida no es lo mío. Se me iba a notar que voy de farol porque todo el mundo sabe que yo en la cama, cualquier cosa menos fingir.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las mujeres estamos locas


A esta sana conclusión han llegado muchos hombres, de eso tengo constancia, pero en mi espíritu científico estoy intentando dar con la raíz del problema, con el origen de esta afirmación. Hasta ahora, por desgracia, nadie ha podido arrojar luz sobre el asunto, pero yo tengo mis hipótesis:

En muchas ocasiones ha sido producida por malas (y no demasiadas) experiencias que se extrapolan al sexo femenino en general (como si yo tuviera la culpa de que tu ex fuera una esquizofrénica).

En otras se debe al “Efecto Pandora” asociado con el sexo. Cuando dos personas se acuestan juntas se suele abrir una caja muy peligrosa de donde comienzan a salir cosas incontrolables sin que los sujetos se den cuenta, ya que suelen camuflarse en los jadeos y los fluidos intercambiados. Sin embargo, un tiempo después, un jueves cualquiera, te levantas y piensas “¿Y esto cuándo se complicó tanto, con lo tranquila que estaba yo?” Ahí es donde empiezan las inseguridades y la confusión. Y el otro, que está igual de perdido que tú, pero en otro bosque, te llama loca, que siempre es más fácil.

Luke es uno de esos pseudomisóginos y he aprovechado para preguntarle por qué piensa así, pero no ha sabido (oh, sorpresa) darme una respuesta satisfactoria. Que hacemos cosas raras, dice. Yo me cuestiono si una de esas cosas raras es, por ejemplo, cansarse de sus continuas quejas por todo y mandarle a tomar viento. O enfadarse porque se dé la vuelta nada más correrse y empiece a roncar dejándola a una con el vientre incendiado y un aura como de pringada.

Supongo que nunca lo sabré con certeza, porque el chico se incomoda cuando me pongo preguntona aunque le diga que es con afán divulgativo, pero creo que los tiros van por ahí. Mi intuición, por ahora, no me está fallando y si alguien lo duda, traigo una prueba:

Beli: Por lo que cuentas deduzco que nunca has tenido una relación seria
Luke: Sí que he tenido
Beli: ¿Cuándo y cuánto?
Luke: Muchas veces, y cinco o seis meses. Mi récord es un año
Beli: Lo que me lleva a mi afirmación número 1: nunca has tenido una relación seria.

No sé por qué, pero presiento que este diálogo es un paso más hacia convertirme en la siguiente “loca” de su lista.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Luke se pone whatsapp


Que es una tontería, que para eso están los sms, que cada vez que quieres quedar con los colegas te tiras tres horas chateando, que estáis todos enganchados…”

“Yo sólo te digo que es práctico y que a mí me resulta muy cómodo”

Ésta es más o menos la conversación que tuvimos Luke y yo en nuestra primera cita allá por el mes de mayo. Cuál no ha sido mi sorpresa cuando, tres meses después, mi Wildfire (siempre tan atento) me sorprende con una “Sugerencia de whatsapp contacto - Luke”.

He intentado ser buena, pero no he podido quedarme callada a pesar de hacer más de dos meses que no hablamos:

“No me puedo creer que después de todo lo que has despotricado al final te hayas puesto whatsapp. Aunque ya no estemos en contacto, tenía que decirlo. Suerte y un beso”.

La idea era dejarlo ahí, pero el hombre protesta, el niño guapo y consentido (pero muy divertido, no nos vamos a engañar) no se lo ha tomado a mal, me ha contestado y hemos reanudado conversaciones. La magia del whatsapp.


miércoles, 29 de agosto de 2012

Estoy haciendo trampas


No sé si es el calor o la confusión, o la inactividad veraniega, pero hace tiempo que me pasan cosas y no las escribo en el blog. Y se me acumula el trabajo.

La historia comenzó en realidad a mediados de junio, pero luego vinieron las evaluaciones, el campamento, y vine yo misma intentando descifrar lo que estaba pasando sin mucho éxito.

A JL le conocí (cómo no) en Meetic. Nos empezamos a escribir, tuvimos una cita virtual por mail, quedamos, nos gustamos, y cuando quise darme cuenta, estábamos viendo la tele abrazados en el sofá de mi casa.

¿Qué puedo decir de JL? Que es atento y cariñoso, que me consiente absolutamente todo, que se preocupa por mí, que siempre está deseando ayudarme aunque no se lo pida ni lo necesite, que juega a los dardos, que se lleva muy bien con Oshún y no le importa que duerma con nosotros ni que le arañe los pies por la mañana. Que me tiene paciencia... ¿Cómo no te vas a enamorar de un hombre así?

Pues dos meses y medio llevo y no hay manera. Ni un poquito. Ni un amago. Ni una chispa. 

domingo, 29 de julio de 2012

Estoy que lo tiro (o de cómo me decidí a comprarme una tablet)


Estoy que lo tiro: Sin trabajo estable hasta septiembre, sin encontrar una casa que me guste y me pueda permitir (me tengo que ir de ésta al final del verano), rapiñando clases particulares para pasar el verano… Y me voy a comprar una tablet. Porque yo lo valgo… Y porque Dulce está embarazada.

Sí, queridos amiguitos, la mujer que se fue a Cuba a casarse después de 8 meses de noviazgo virtual y 10 días de idilio físico, ha decidido (porque no ha sido un accidente) que era un buen momento para tener un hijo con ese encantador desconocido que es ahora su marido. Aunque ella gane 600 euros al mes dando clases de baile y él aun no tenga trabajo en España.

La Beli más Maruja y retrógrada está escandalizada, piensa que es una locura propia de alguien con muy poca cabeza y no se imagina cómo se las van a apañar para sacar a un crío adelante en esta situación.

La Beli más insegura cree que a lo mejor lo que le pasa es que tiene envidia, porque Dulce quería ser madre desde hacía tiempo, ha visto esta oportunidad y le ha echado ovarios al asunto (no pun intended) mientras yo me quedo esperando a que las cosas se arreglen, a que me salga un trabajo más estable, o incluso una pareja más estable, a que todo sea óptimo, calculado y preciso. Y a lo mejor me seco esperando.

Al fin y al cabo, dicen que los niños traen un pan debajo del brazo. Oshún no traía ni un paquete de bimbo, pero claro, Oshún es una gata, no se puede comparar. Sea como sea, me he dicho: Se acabó la miseria y vivir como una rata franciscana (como dice mi madre, eso lo he heredado de ella). Si Dulce se puede permitir un bebé, yo me puedo permitir una tablet, eso sí, nada de Ipads ni de Samsungs, una china de 150 euros (geeks, no me apedreéis, ya sé que me he metido en un terreno pantanoso).

Y el derroche no termina ahí. Voy a pagar una suscripción a meetic. De tres meses. Estoy que lo tiro. Se acabó el sólo hablar con los premiums o hacer maniobras para colar mi dirección de Messenger sin que los administradores se enteren. A partir de ahora podré mensajearme, chatear y hasta acosar al soltero que me dé la gana cuando a mí me dé la gana. Y todo desde mi nueva Flytouch 4 (si es que funciona).

Agárrense los machos, que voy.

jueves, 26 de julio de 2012

He vuelto (Minus points for Beli)


He vuelto, después de un fin de curso desquiciado y un campamento (más desquiciado aún) al que ni siquiera quería ir, pero claro, tal y como están las cosas por el mercado laboral (qué os voy a contar yo que Pedro Piqueras y la Merkel no hayan dicho ya) no me puedo permitir ponerme tiquismiquis con una oferta de trabajo. Aunque suponga irme dos semanas a Jerez a enseñar natación sincronizada e improvisación teatral y ejercer de policía lingüística para unos adolescentes que se empeñan en hablar español aunque se hayan apuntado a un programa de inmersión en la lengua inglesa.

Niño: I was speaking English, te lo juro (cara de culpabilidad y a ver si cuela)
Yo: Yea, right (cara de “yo no me suck el finger, chavalín”). Minus five points
Niño: Jo, teacher



Y así todos los días. 20 veces al día. Durante 15 días.

Pero no todo ha sido negativo. He descubierto que ni a mí ni a mis caderas se nos ha olvidado lo poco que aprendí de danza del vientre hace unos años y que aún puedo bailar si tengo el espacio y el aliciente necesarios (20 niñas delante que se van a subir al escenario esa misma noche son un buen aliciente). Y Jamie Samson. Este irlandés con carita de bueno estaba entre los anglos voluntarios del campamento y tuvimos la oportunidad de escucharle cantar algunos de sus temas guitarra en mano. 

Tiene un punto Glen Hansard que me encanta. Os paso un vídeo, y si os gusta, echadle un ojo a las cosas que tiene colgadas en Youtube con su grupo Mercury Mouth, que los chavalitos están empezando y nos les vendría mal que les echaran una mano (o en su defecto, un par de “me gusta”)


Aunque el mejor tema (con música suya y letra de uno de los chavales españoles) como pasa con las grandes versiones, sólo fue interpretado una vez y no hay más registro audiovisual que el de las memorias de los pocos privilegiados que estuvimos presentes. El título, por supuesto, “Minus five”.

miércoles, 6 de junio de 2012

La ruptura más rara de la historia (II parte)


(Viene de la entrada anterior)

   Una botella de lambrusco, un "no vamos a ninguna parte"  y un silencio incómodo después...

- Pero ¿por qué?
- No se, falta algo. No hay química
- Pero dame una oportunidad
- No sé
Beso
- Déjate llevar
- Que no
Beso
- Me gustas mucho
- Y…
- Sin agobios, sin prisas
- Es que…
- Que no estoy enamorado de ti ni nada de eso
- Estaría bueno…
Beso
Beso
- Me gustas y me pones
Beso
Caricia
- Me pones mucho
- Es que no. Es que no. Que esto no funciona
- Espera
Beso contra el portal
- Me voy a casa
- Deja que me vaya contigo
- Que no
- Mírame
Beso… o…o…o
- Vamos a disfrutarnos, si dura una noche, una noche, si es una semana, una semana, o dos meses, o quién sabe, pero no te cierres
- Si es que va a ser peor. Luego me voy a sentir fatal
- ¿Por qué?
- Porque lo sé, porque me conozco
- Escucha…
- No me arrincones
- No te arrincono
Beso (en el rincón)
Erección
Más beso
- Me voy al autobús
- Te acompaño
- Es en Cibeles
- Déjame que te lleve
- Que no, que me voy
Beso
- Adiós

La escena está resumida (y censurada para menores de 18) pero no le echo menos de media hora. Y tengo que reconocer (aunque no esté orgullosa de ello… bueno, no estoy orgullosa de nada) que por un momento casi flaqueé. Como decía alguien, somos de palo pero no de piedra y el chico besa muy bien.

Y es que es cierto lo que le dije de que algo falta, y en el caos mental de la noche (y el lambrusco, maldito lambrusco) le di mil vueltas: alto, nada feo, cariñoso, atento, de mi provincia favorita… ¿Qué falla? Sólo camino del búho, siguiendo la parada de los monstruos que es Gran Vía a las 3 de la mañana me di cuenta de algo: No me había hecho reír. Ni una sola vez.

domingo, 3 de junio de 2012

La ruptura más rara de la historia (1 Parte)


Ayer asistí en primera persona a la cita más estrafalaria de la que tengo constancia (superando a la primera y última cita online de mi amiga Dolores, que pensé insuperable) y tengo el dudoso honor de haber sido la artífice de la mayoría de los despropósitos. Empezando por el hecho de ser una cita con dos finalidades muy concretas: ver una obra de teatro que me apetecía y “romper” con el muchacho en cuestión. Y digo romper entre comillas porque no sé si califica como ruptura el decirle a un chico con el que has salido una sola vez, que no le quieres volver a ver.

Por supuesto, y como me temía, nada más apagar las luces, Stan se puso a hacer manitas y yo, que ya me sentía bastante culpable, opté por dejarme querer. Quién sabe, a lo mejor, aparecía la magia. He de reconocer que por un instante entre medias de unas cosquillitas, pensé que era posible. Pero luego se encendieron las luces y Stan seguía siendo el romántico tierno e inquebrantable que no me atrae nada.

Pero antes de la cena me besó y yo me dije ahora sí, en el beso se convierte en príncipe. Pero fui yo la que salió rana y me centré en el lambrusco y en hablar sin respirar.

Paseamos por Madrid abrazados y mi cerebro, a demasiadas revoluciones, agitaba los brazos para no ahogarse en el vino mientras intentaba encontrar el momento y las palabras, hasta que en mitad del beso (el quinto, el sexto, no sé, fue media botella) me separé violentamente y le dije:

- Tú y yo no vamos a ningún lado
- Pues vaya

Y tras el silencio incómodo, y aún de la mano, comenzó el sindiós...


(Continuará)