Jejejejes al margen, lo que realmente me perturbaba de ese
mensaje era que había sido el único intento real de dejar los smarthones
descansar y vernos en persona tras nuestro primer encuentro en el bar de
Huertas. Tal vez mi negativa (los domingos tengo compromisos familiares nada
compatibles con la vida social) le echó para atrás y horas y horas de whatsapp
después seguía sin hacer ningún amago.
Que nadie me malinterprete. No es una concepción machista de
“el chico tiene que dar el primer paso y nosotras a esperar y que nos cortejen”
ni mucho menos. Es un concepto realista deducido tras muchos años de
introspección. En temas de pareja y similares no me gusta llevar la voz
cantante, no me siento cómoda. Soy tímida, soy insegura. Soy un puto desastre.
Además, el arrojo y la perseverancia demostrados el día del
“Dame algo” me habían formado una imagen de Cutie mucho más, digamos, audaz.
Hablando de imagen, con el tiempo la suya se iba difuminando en mi cabeza, e
incluso tuve que confirmar con Charleen (He was cute, wasn’t he?) Además tenía
en mente mi firme propósito de encontrar pareja antes de que se acabe el mundo,
tanto marear la perdiz empezaba a ponerme un poco nerviosa, y total (y éste fue
el argumento definitivo) tampoco tenía nada que perder.
Así, una noche tonta durante la última hora en la academia,
mientras mis alumnos hacían ejercicios en silencio, decidí saltarme dos de mis
normas de vida: Nunca tomes la iniciativa y nunca uses el teléfono en clase.
- Si al final no tienes planes esta noche podríamos quedar
Y le faltó tiempo para decir que sí. Yo terminé mi lección
como si nada, y cuando todos los estudiantes se hubieron marchado, en un alarde
de madurez y serenidad corrí hasta mi compañera gritando:
“Lindaaaa! I think I’ve got a date! I don’t know what to do!
I don’t wanna go! Oh my! Why did I do that?”
Pero fui. Desempolvé conscientemente todo el encanto del que
soy capaz y estuve muy a gusto. Tal y como recordaba resultó ser majísimo y muy
mono. Y muy joven. Sí, en eso mi memoria y las escasas luces del sitio en el
que le conocí, no me habían engañado.
Cuando nos cerraron los bares me acompañó al búho, nos dimos
dos besos y nos despedimos diciendo que lo habíamos pasado muy bien, y que a
ver si repetíamos pronto. Y sonamos sinceros. Yo, por lo menos, lo fui.