Hace muchos años fui teleoperadora. Por un fallo de
organización en las líneas, durante el primer mes a mi plataforma raramente le
entraban llamadas, así que básicamente nos tirábamos 8 horas esperando nuestro
turno para salir a fumar e ideando maneras de pasar el rato: desde jugar al
pictionary hasta travestir a nuestros compañeros. Fue divertido y además
cobrábamos bien.
Un día un chico del pasillo contiguo dijo que sabía leer la
mano, así que más por aburrimiento que por confianza en los poderes psíquicos
del muchacho, nos entregamos sin dudarlo a una sesión de quiromancia con los
cascos puestos.
Para los escépticos, he de afirmar que sorprendentemente me
dijo lo mismo que un par de años atrás me había predicho otro amigo que tiraba
las cartas, y que apenas un mes después se haría realidad (esa es la historia
de cómo llegué a Argentina por primera vez, pero no viene al caso).
La predicción fue mucho menos halagüeña cuando pasó al campo
sentimental:
“En tu vida va a haber sólo tres hombres. El tercero va a
ser el definitivo, con el que te quedes hasta el final. No será como lo
esperas, pero te conformarás con él”
Mi primer impulso fue retirar la mano y plantársela en la
cara. Él lo debió de leer en mis ojos (que para algo se supone que tenía un
sexto sentido el chaval) y rectificó un poco:
“No es que te vayas a conformar con ser infeliz. Es que te
vas a dar cuenta de que el amor no es lo que tú pensabas y lo vas a aceptar.
Pero es bueno”. Ya claro. Bueno tus coj…
De todas formas yo había roto con mi primer novio hacía poco,
y supuse que dos más no era un mal número, pero el tiempo pasó y sus sucesores
seguían sin aparecer. Supongo que el fantasma del primer amor me pesaba más que
las profecías.
No fue hasta que comencé un “algo” con fecha de caducidad
con un amigo (mientras esperaba mi visa para mudarme de país) que se me abrió
por fin un poquito el corazón y permití que entrara alguien a ventilarlo, a
barrer las telarañas y a dejarlo preparado para que otro lo ocupara.
Al poco tiempo conocí a P. y contra todo pronóstico
empezamos una relación que se convertiría en poco tiempo en la más seria que he
tenido en mi vida. Como no me salían las cuentas, puse a mi amigo (del que
ahora estoy algo distanciada, pero al que estaré siempre agradecida) en el
número dos, de forma que P. fuera el tercero y definitivo. Realmente no era
como yo me lo había imaginado, pero la nueva forma de amor que me enseñó (con
sus rutinas, sus urgencias intestinales y sus píldoras anticonceptivas) me hizo
razonablemente feliz.
Cuando rompimos me dijo algo devastador: “Hay que seguir
buscando, Gallega. Hay que seguir buscando”
No sé cuán larga será la búsqueda, pero si mi compañero
teleoperador estaba en lo cierto, sólo habré de hacerlo una vez más. Eso,
supongo, debería ser reconfortante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario