No sé si es el calor o la confusión, o la inactividad
veraniega, pero hace tiempo que me pasan cosas y no las escribo en el blog. Y
se me acumula el trabajo.
La historia comenzó en realidad a mediados de junio, pero
luego vinieron las evaluaciones, el campamento, y vine yo misma intentando
descifrar lo que estaba pasando sin mucho éxito.
A JL le conocí (cómo no) en Meetic. Nos empezamos a
escribir, tuvimos una cita virtual por mail, quedamos, nos gustamos, y cuando
quise darme cuenta, estábamos viendo la tele abrazados en el sofá de mi casa.
¿Qué puedo decir de JL? Que es atento y cariñoso, que me
consiente absolutamente todo, que se preocupa por mí, que siempre está deseando
ayudarme aunque no se lo pida ni lo necesite, que juega a los dardos, que se
lleva muy bien con Oshún y no le importa que duerma con nosotros ni que le
arañe los pies por la mañana. Que me tiene paciencia... ¿Cómo no te vas a
enamorar de un hombre así?
Pues dos meses y medio llevo y no hay manera. Ni un poquito. Ni un
amago. Ni una chispa.