lunes, 12 de noviembre de 2012

Happybeli to you


Puffff. Ha sido un fin de semana tan movidito (física y emocionalmente) que he decidido dividir el post en tres partes (mis tres regalos) y aún así no sé ni por dónde empezar. Bueno sí, empezaré por hacerme un homenaje (que para eso es mi blog ¿no?)

¡Feliz Cumpleaños Beli!

Pues sí, hoy (ya lunes) 12 de noviembre, hace ni más ni menos que 35 años que llegué a este mundo entre dolores de parto y discusiones familiares. Con mi abuelo Secundino (que normalmente no se alteraba por nada) amenazando con echar del hospital al que volviera a decir que esa niña era fea y con la banda sonora de mis alaridos amenizando la entrañable reunión (empecé a llorar ese día y no paré hasta los 16).

Primer regalo (Dos tickets para la montaña rusa Dragon-Fuck)

La primera parte de mi fin de semana precumpleañero comenzó premonitoriamente con “La vida es sueño”, en un montaje teatral que casi me reconcilia con el Siglo de Oro de la literatura española. Y si la obra me pareció buena, las horas de (disculpadme el anglicismo, pero no doy con un adjetivo mejor) mind-blowing sex que le siguieron me auguraron un comienzo de los 35 insuperable.

¿Qué mejor forma de empezar el año que montada en una nube cual Son Goku? O mejor dicho en un dragón. En “my potencial dragon”.
A lo mejor es sólo que estoy atravesando la crisis de los 35 y  como comprarme un descapotable no tendría sentido, ya que no tengo ni el dinero ni el carné, he decidido en su lugar hacer una estupidez aún mayor, que es ignorar los 10 años y las muchas diferencias que me separan de Pepe y pretender que éste es el bueno, el que estaba buscando.

O a lo mejor es que cuatro inseguridades de nada no pueden competir con una lengua que lo mismo te habla de Corea que te proporciona tres orgasmos sin solución de continuidad.
Y después de eso, a ver quién es la guapa que se pone a pensar con claridad.

(Continuará)

martes, 6 de noviembre de 2012

Tired of being in charge


Charleen dice que tiene que emigrar, que no está satisfecha con la estatura media del macho español, y que se tiene que marchar a un país donde medir 1,80 sea ser bajito. Que quiere encontrar un hombre que la haga sentir una pequeña princesita, que la mime, que la cuide, que se haga cargo de las cosas… Viéndola encaramada en su 1,90 (con tacones, pero 1,90), con su voz potente y esa personalidad que llena habitaciones (y quién sabe, algún día, estadios) sólo se me ocurrió una pregunta:

-Why would you wanna do that?
-I’m tired of being the man

Y me acordé. Yo también, en algún momento, he estado cansada. Cansada de arrastrar muebles, de cargar cajas de IKEA que pesan más que yo, de limpiar, taladrar, discutir con el banco y con Hacienda, colgar estanterías, hacer comida, subir la compra, ordenar warehouses, escuchar intrusos en el patio, ver huracanes tras ventanas que tiemblan y se agitan, arreglar mesas que cojean, pintar paredes y sacar arañas.

A veces me canso de vivir la vida sin ayuda. Espero que la gente que cree, como yo, en la igualdad hombre-mujer no se eche las manos a la cabeza y me tache de machista. Más bien al contrario, en mi afán por hacerlo todo yo sola, ha habido momentos en los que he tocado fondo, me he sentado en el sofá y he estado tentada de jugar el comodín de “Ayúdame, que soy pequeña y no puedo” haciéndole un flaco favor a las de mi sexo. Siempre he pensado que las mujeres que sacan esa carta cada vez que hay que levantar peso o apretar un tornillo (conozco a varias) nos perjudican a todas las demás en nuestra lucha por que nos tomen en serio.

Estoy segura de que a los hombres también les pasa, pero ellos no tienen comodín, y eso es un problema para todos.  Tal vez el camino no pase por que nosotras dejemos de pedir ayuda. Tal vez la solución es que ellos empiecen a reconocer que, en ocasiones, también pasan miedo, que tampoco les gustan las arañas, y que muchas veces “They are tired of being in charge.”

domingo, 4 de noviembre de 2012

La cita interminable


¿Cómo debe ser una primera cita a ciegas? En Meetic, con la suscripción, no te dan ningún manual de cómo hacer las cosas, así que cada uno improvisa como puede. La idea, más o menos, es tomarse una cañas y contarse la vida (con especial hincapié en el pasado sentimental), visitar un par de bares, e irse a casa. En total, unas 3 o 4 horas.

Una opción muy socorrida es el cine, porque si no tienes nada de qué hablar, siempre puedes comentar la película, y tengo entendido que otra versión que tiene mucho éxito es la de quedar para cenar. Supongo que los silencios incómodos se disimulan mejor con la boca llena.

En el apartado de cómo comportarse, la premisa principal es fundamentalmente ser amable y seguir el rollo. Los hay que te cogen de la mano (véase Stan), los hay que te cogen de la mano y te besan (véase JL), los hay que se te lanzan por sorpresa (véase Luke) y los hay que te dan dos besos y te dicen que la próxima en Salamanca (véase Salmantino).

Yo llegué a mi primer encuentro con Pepe ligeramente desanimada. Después de la expectación y las ganas que me había creado nuestro último chat, en los cuatro días que mediaban entre éste y la cita en sí, la ilusión se me había desinflado un poco.

A lo mejor fue por su mensaje de “necesito hablar contigo, que hace 48 horas que no nos comunicamos” o el que me advirtiese por la mañana de que a lo mejor no podía quedar o que en cualquier caso tendríamos que retrasarlo a las 9, o tal vez el maldito sentido común que siempre se interpone entre nuestras fantasías y la realidad, pero el caso es que cuando llegué, mis esperanzas no estaban, lo que se puede decir altas.

Pero empezamos con unas cañas y la cosa fue bien. Y luego nos sentamos en una pizzería (la mía tenía ajo y me sentí como la del anuncio) y la cosa siguió animada, así que entramos a un bar y nos tomamos otra (ambas sin alcohol, que él tenía que conducir y yo tenía que no vomitar la pizza), y nos cerraron los bares y yo, que me había propuesto no besarle, y no dejarle que me llevara a casa, me monté en su coche resuelta a cumplir, por lo menos, mi primer propósito.

¿Hacemos algo raro? ¿Dónde podemos ir? ¿Al Escorial?
- (¿pero no me ibas a dejar en mi casa?) No lo veo claro
- Vamos a Vallecas, al mirador
- Vale
Niños y niñas que me leéis desde vuestras casas. Si alguna vez un desconocido te invita a ir de madrugada a un parque oscuro y alejado de la mano de dios, decid que no. Si resulta ser un psicópata, estás perdida, es una irresponsabilidad, un riesgo estúpido. Pero mi sentido común se ve que estaba de puente, y allá que nos fuimos, armados con una botella de agua y medio paquete de tabaco. Por suerte Pepe resultó no ser un psicópata (y si lo es, perdió una oportunidad de oro para descuartizarme) y la cosa salió bien. Muy bien.

Nos tumbamos en la colina a ver las estrellas (las tres que se dejan ver en Madrid) hablamos de la vida, del pasado y del amor en Meetic, hizo frío, nos acurrucamos y al final, allá hacia las 5 de la mañana, después de 8 horas de primera cita, nos besamos. Parecíamos el guión de una película indie de los 90.

Y lo raro es que nada de eso fue raro.