domingo, 30 de septiembre de 2012

Celestina felina


No sé si lo sabéis, pero conseguir que dos gatos se hagan amigos (o al menos no se lleven mal) conlleva un proceso largo y laborioso. Básicamente consiste en encerrar al recién llegado hasta que poco a poco el antiguo inquilino (Oshún en este caso) se acostumbre a su olor, a su presencia, y finalmente a compartir su territorio. Puede llevar días, semanas o meses. Yo, desde bien empezado el protocolo, supe que por el bien de mi salud mental, más les valía a estos dos hacerse amigos antes del domingo.

El pequeño llevaba bastante mal lo de estar confinado en una habitación y su espíritu inquieto le llevaba a oler, arañar comer y mear todas las más preciadas posesiones de Oshún cada vez que le dejaba suelto por la casa. Ella por su parte bufaba y (yo lo sé) internamente me reprochaba haberle traído a esa bola de pelos a alterar su preciada rutina.

Aprovechando el fin de semana bajé a los chinos y pertrechada con una mosquitera y dos barras de ducha extensibles, mi ingenio (agudizado por la necesidad) creó una especie de pantalla en la puerta para que los dos gatos se pudieran ver sin atacarse. El pequeño saltaba y se trepaba intentando salir al encuentro de la gata, mientras ésta le gruñía y bufaba y hasta le tiraba arañazos en cuanto tenía la más mínima ocasión. Viéndola tan fuera de sí, hasta a mí me dio miedo, pero no al Bicho, que parecía decir “quiero ser tu amiguito, vamos a jugar”. Totalmente fuera de onda estos dos.

Por suerte JL se ofreció a mudarse a mi casa el fin de semana para ayudarme con el paso final. La noche del viernes nos la pasamos turnándonos para calmar al pequeño cuando lloraba o quedarnos con Oshún en la habitación cuando le sacábamos. Una pequeña y feliz familia parecíamos. Por fin el sábado dimos el gran paso. Yo armada con la pistola de agua y él con mucha paciencia para acatar mis órdenes y una toalla por si la cosa se ponía demasiado fea, abrimos la mosquitera. Tras varias sesiones de muchas horas de bufidos, arañazos, peleas y persecuciones, por fin hoy por la mañana pasó esto:


¿Tanta pelea? ¿Tanta protesta? ¿Tanto grito? Si yo ya había visto que erais el uno para el otro. Soy la celestina de los felinos. Si funcionara igual de bien conmigo misma…




miércoles, 26 de septiembre de 2012

La loca de los gatos (cada vez más cerca)


Si hace unos meses dije que no creía en los flechazos, he de bajar la cabeza y retractarme. Ocurrió el martes, en el camino a casa. Cuando le vi a lo lejos estaba coqueteando con unas señoras, pero (así es el amor) en cuanto me acerqué las dejó donde estaban para venir a mí. Me miró con esos ojazos entre oliva y miel, tan rubio, tan gordo. Le acaricié, le susurré palabras bonitas y supe que tenía que ser mío.

“Llévatelo, llévatelo” me gritaban las señoras. “No sé, es que ya tengo otra…” Pero la decisión ya estaba tomada. Hacía tiempo que quería darle un hermanito a Oshún para que pudiera jugar mientras yo estaba fuera de casa, y si lo había pospuesto había sido por puro egoísmo. No quería que nadie me quitase ni un poquito de su cariño o del tiempo que compartíamos juntas, pero en el fondo, sabía que ella iba a ser más feliz. 

Esta nueva adopción ha sido un acto de amor, aunque nadie me cree y ahora mi familia y mis amigos están escandalizados y me hacen prometer que es el último. Temen que me convierta en la loca de los gatos, y supongo que no les faltan razones. Técnicamente (lo he leído en Internet) hacen falta 5. Estoy a tres.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Momento perfecto


Cansada, sudada y viva después de un paseo en bici con Linda. Sólo yo camino por el largo pasillo que comunica Acacias con Embajadores, donde un violinista toca con arte una pieza clásica. Al fondo, un niño llega deslizándose sobre los baldosines. En el momento en el que me inclino para echarle una moneda al músico y éste me agradece con un gesto de cabeza, el niño tropieza y cae entre risas suyas y de su madre. Yo les miro divertida y me devuelven la sonrisa cuando nos cruzamos.
Al llegar al andén me pongo los cascos y suena Yellow Ledbetter, menos triste pero más bonita que otras veces.
Es domingo y es perfecto y pienso que, a lo mejor, la felicidad es sólo esto.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Tenemos que hablar


Como no era capaz de tomar una decisión sobre JL, recurrí a la claridad de ideas de mi amiga Dolores, y como siempre, me dio la respuesta que, como siempre, era mucho más sencilla de lo que yo pensaba.

   - Díselo
   - ¿Pero qué le voy a decir? ¿Que me gusta pero que esto no  
      va a ir a ninguna parte?
   - Claro. A lo mejor él tampoco quiere nada más y le parece
      bien
   - O a lo mejor me manda a la mierda
   - Puede ser, pero tú te quedas más tranquila

Así que quedé con él. Llegué a su casa hecha un flan, le ayudé a poner la mesa, y con el cigarro de después de cenar, abrí la espita:

   -Tenemos que hablar

Por el pánico en sus ojos, creo que se pensó que me había quedado embarazada o algo, pero no tuve oportunidad de preguntárselo.

Se lo conté todo, al principio dudando, sin encontrar las palabras, pero luego no pude parar. Todas las ideas que bullían en mi cabeza desde hacía meses, toda la culpa, la incertidumbre… Le dije que yo seguía buscando, que él no era lo que quería, que le había puesto los cuernos y que se los volvería a poner, y que confiaba en que él hiciera lo propio, que yo lo quería TODO, y él no me lo podía dar. Tras unos segundos de reflexión, JL contraatacó:

- ¿Pero tú estás a gusto conmigo?
- Sí
- ¿Te lo pasas bien?
- Sí
- Pues entonces yo no me planteo más. No sé lo que va a durar, pero yo soy más feliz que antes de conocerte. Lo que tenga que pasar ya se verá.

Muy fácil. Muy claro. Tanta angustia para terminar abrazados en su cama meciéndome con sus ronquidos como si nada nunca hubiera no estado bien.

No sé si Dolores y JL tienen una visión de la realidad envidiablemente cristalina o yo me complico la vida en exceso. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mentir por omisión


El tiempo pasa y mis sentimientos (o ausencia de ellos) por JL no cambian. Todas las semanas me digo que esto no puede seguir así, y todas las semanas le veo y es todo tan fácil, y tan agradable y tan tierno en su sencillez, que me siento incapaz de hacer algo al respecto. Acostarme con Luke tampoco me ayudó a aclarar las cosas, para bien o para mal.

Hay muchas formas de mentir, y todas, en mi opinión, son igualmente deleznables. Yo sé que estoy mintiendo a JL. Nunca le he dicho nada que no pensara o no sintiera. Nunca en mis frases he dejado flotar una promesa de futuro, nunca una palabra sobre amor o compromiso, nunca un acto de arrebatado sentimentalismo. 

Y sin embargo, le miento. No por pensamiento, palabra u obra, sino por omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Yo sé (o intuyo) que él acepta mi silencio como un sí, y que el hecho de que cuando estemos juntos nos comportemos como novios (y yo no objete nada al respecto) le hace pensar que estamos en la misma página y que esta relación va encaminada a un posible futuro juntos. Pero no es así, y siento que me estoy guardando información importante que él debería conocer.

Y yo me pregunto, ¿a partir de qué momento estamos obligados a compartir estas cosas? ¿Cuándo una relación se convierte en una relación? ¿Cuándo empezamos a deberle algo a la otra persona?

Hasta donde yo sé, JL es sólo mi amante, sin ataduras y sin fidelidades, y sin embargo, siento que lo que estoy haciendo está mal. Muy mal.



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Canción de Luke


Hay veces que alguien es una canción. No hablo de “Oh cariño, es nuestro tema” porque sonaba en las fiestas del pueblo cuando os enrollasteis por primera vez. Hablo de esa otra sensación, de escuchar un verso o un ritmo y pensar: “Esto lo compusieron para ti”. O para la parte de ti que conozco o que me mostraste. O la parte de mí que aparece cuando estoy contigo. Muchas de las personas a las que les he colgado canciones han desaparecido de mi vida sin saberlo. Y a lo mejor les habría hecho ilusión.

Hace mucho tiempo perdí la cabeza por alguien que no debía y aún recuerdo cómo una mañana, subiendo por la calle La Palma tras salir de su casa, se apoderó de mí como un martillo percutor o un salmo “En tu agujero” de Marea, retumbando en mi cabeza resacosa y humillada. Y fue entonces cuando tuve más claro que nunca que ese chico no me hacía bien.



El otro día esperaba el autobús después de haber pasado la noche con Luke y sin previo aviso, desde mi ipod, mi querido maestro, el señor Zambayonny, me berreó esto al oído:



Era tan Luke que me dio la risa y claro, las señoras de la parada, que no entendían nada, me miraron raro.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Experimento dominátrix


La última vez que vi a Luke (la vez que decidí que fuera la última) terminé frustrada e insatisfecha. En todos los sentidos en los que alguien se puede sentir frustrado e insatisfecho. Si algo me quedó claro es que no tenía por qué aguantar algo así, que mi generosidad y mi paciencia tenían un límite y por este chico no merecía la pena ni alcanzarlo.

De aquello hace ya varios meses y el enfado que pude tener ya se me había pasado, así que hablando por su recién estrenado whatsapp y viendo que él tenía ganas de repetir, se me ocurrió comprobar una hipótesis: ¿Se podría convertir Luke en un amante generoso si se encontrase en la cama a alguien tan egoísta como él? ¿Se cazan más orgasmos con miel o con vinagre?

Como el tema no estaba para citas elaboradas, me fui a Malasaña a jugar un trivial con unas amigas, él se fue de copas con sus colegas, y cuando tuvimos a bien terminar nuestras respectivas obligaciones, nos encontramos en mi casa. Ponernos al día de nuestras vidas en los últimos meses no nos llevó mucho tiempo, así que enseguida empezamos con el experimento: Yo haciéndome la dura y él maniobrando en los espacios. Tras la confusión inicial fue rápido en su reacción y viendo que yo no iba a dar ni una caricia de más, se esforzó en llenar el vacío con más movimientos y trucos que guardaba a saber dónde y yo no había visto nunca, supongo que confiando en que yo me iba a ablandar y a poner de mi parte para devolverle el esfuerzo invertido, pero cuanto más empeño ponía él, más dominátrix me ponía yo.

Y funcionó. Vaya que si funcionó. El mejor polvo Luke-Beli de la corta historia de Luke y Beli. Tan bueno que prefiero no repetir, no vaya a ser que se aprenda el truco y ya no funcione. Y además, ir de dura por la vida no es lo mío. Se me iba a notar que voy de farol porque todo el mundo sabe que yo en la cama, cualquier cosa menos fingir.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las mujeres estamos locas


A esta sana conclusión han llegado muchos hombres, de eso tengo constancia, pero en mi espíritu científico estoy intentando dar con la raíz del problema, con el origen de esta afirmación. Hasta ahora, por desgracia, nadie ha podido arrojar luz sobre el asunto, pero yo tengo mis hipótesis:

En muchas ocasiones ha sido producida por malas (y no demasiadas) experiencias que se extrapolan al sexo femenino en general (como si yo tuviera la culpa de que tu ex fuera una esquizofrénica).

En otras se debe al “Efecto Pandora” asociado con el sexo. Cuando dos personas se acuestan juntas se suele abrir una caja muy peligrosa de donde comienzan a salir cosas incontrolables sin que los sujetos se den cuenta, ya que suelen camuflarse en los jadeos y los fluidos intercambiados. Sin embargo, un tiempo después, un jueves cualquiera, te levantas y piensas “¿Y esto cuándo se complicó tanto, con lo tranquila que estaba yo?” Ahí es donde empiezan las inseguridades y la confusión. Y el otro, que está igual de perdido que tú, pero en otro bosque, te llama loca, que siempre es más fácil.

Luke es uno de esos pseudomisóginos y he aprovechado para preguntarle por qué piensa así, pero no ha sabido (oh, sorpresa) darme una respuesta satisfactoria. Que hacemos cosas raras, dice. Yo me cuestiono si una de esas cosas raras es, por ejemplo, cansarse de sus continuas quejas por todo y mandarle a tomar viento. O enfadarse porque se dé la vuelta nada más correrse y empiece a roncar dejándola a una con el vientre incendiado y un aura como de pringada.

Supongo que nunca lo sabré con certeza, porque el chico se incomoda cuando me pongo preguntona aunque le diga que es con afán divulgativo, pero creo que los tiros van por ahí. Mi intuición, por ahora, no me está fallando y si alguien lo duda, traigo una prueba:

Beli: Por lo que cuentas deduzco que nunca has tenido una relación seria
Luke: Sí que he tenido
Beli: ¿Cuándo y cuánto?
Luke: Muchas veces, y cinco o seis meses. Mi récord es un año
Beli: Lo que me lleva a mi afirmación número 1: nunca has tenido una relación seria.

No sé por qué, pero presiento que este diálogo es un paso más hacia convertirme en la siguiente “loca” de su lista.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Luke se pone whatsapp


Que es una tontería, que para eso están los sms, que cada vez que quieres quedar con los colegas te tiras tres horas chateando, que estáis todos enganchados…”

“Yo sólo te digo que es práctico y que a mí me resulta muy cómodo”

Ésta es más o menos la conversación que tuvimos Luke y yo en nuestra primera cita allá por el mes de mayo. Cuál no ha sido mi sorpresa cuando, tres meses después, mi Wildfire (siempre tan atento) me sorprende con una “Sugerencia de whatsapp contacto - Luke”.

He intentado ser buena, pero no he podido quedarme callada a pesar de hacer más de dos meses que no hablamos:

“No me puedo creer que después de todo lo que has despotricado al final te hayas puesto whatsapp. Aunque ya no estemos en contacto, tenía que decirlo. Suerte y un beso”.

La idea era dejarlo ahí, pero el hombre protesta, el niño guapo y consentido (pero muy divertido, no nos vamos a engañar) no se lo ha tomado a mal, me ha contestado y hemos reanudado conversaciones. La magia del whatsapp.