Como no era capaz de tomar una decisión sobre JL, recurrí a
la claridad de ideas de mi amiga Dolores, y como siempre, me dio la respuesta
que, como siempre, era mucho más sencilla de lo que yo pensaba.
- Díselo
- ¿Pero qué le voy a decir? ¿Que me gusta pero que esto no
va a ir a ninguna parte?
va a ir a ninguna parte?
- Claro. A lo mejor él tampoco quiere nada más y le parece
bien
bien
- O a lo mejor me manda a la mierda
- Puede ser, pero tú te quedas más tranquila
Así que quedé con él. Llegué a su casa hecha un flan, le
ayudé a poner la mesa, y con el cigarro de después de cenar, abrí la espita:
-Tenemos que hablar
Por el pánico en sus ojos, creo que se pensó que me había
quedado embarazada o algo, pero no tuve oportunidad de preguntárselo.
Se lo conté todo, al principio dudando, sin encontrar las
palabras, pero luego no pude parar. Todas las ideas que bullían en mi cabeza
desde hacía meses, toda la culpa, la incertidumbre… Le dije que yo seguía
buscando, que él no era lo que quería, que le había puesto los cuernos y que se
los volvería a poner, y que confiaba en que él hiciera lo propio, que yo lo
quería TODO, y él no me lo podía dar. Tras unos segundos de reflexión, JL
contraatacó:
- ¿Pero tú estás a gusto conmigo?
- Sí
- ¿Te lo pasas bien?
- Sí
- Pues entonces yo no me planteo más. No sé lo que
va a durar, pero yo soy más feliz que antes de conocerte. Lo que tenga que
pasar ya se verá.
Muy fácil. Muy claro. Tanta angustia para terminar abrazados
en su cama meciéndome con sus ronquidos como si nada nunca hubiera no estado
bien.
No sé si Dolores y JL tienen una visión de la realidad
envidiablemente cristalina o yo me complico la vida en exceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario