viernes, 25 de mayo de 2012

Aclaración para los señores de Meetic


Señores de meetic:

No soy preciosa. No soy un callo malayo (tengo mi público) pero disto mucho de ser una belleza al uso. Y mi sonrisa se la debo a Vitaldent.

No soy la única mujer interesante con la que has hablado en mucho tiempo. ¿Tengo sentido del humor? Sí. ¿Estudios superiores? También. Como el 70% de las 15.000 chicas que se pasean por la página.

No soy Almudena Grandes. El hecho de que no cometa faltas de ortografía, ponga tildes y no confunda la K con la C no me convierte en candidata al premio Nadal. Es una consecuencia natural de haber terminado la EGB y el COU en sendos centros públicos pre-ESO.

Si realmente, tal y como dices, me consideras una mujer inteligente, no me vendas la moto, no me mientas. Nos gustamos un poco a priori y nos interesaría conocernos y ver qué tal. Ya está, con eso me basta. No lo compliques porque es muy sencillo.

No soy una princesa ni pretendo serlo. Soy una usuaria del metro de Madrid y como tal quiero que se me trate. Guárdate las rosas y los caballos blancos. Y si me prometes un unicornio, más vale que se llame Charlie.



Uffff. Ya está. Out of my system.


martes, 22 de mayo de 2012

El penoso ritual del cortejo


Antes estaba todo muy claro: El hombre proponía y la mujer rechazaba. Los roles estaban asignados y nadie se salía del papel por miedo a ser considerado un marica o una furcia… Ahhh qué tiempos…

Pero luego llegaron Shere Hite y sus amigas, la incorporación al mercado laboral, el replanteamiento de lo discutible de la moral cristiana, la comprensión de que el sexo casual está la mar de bien y  que el amor tal vez no sea para toda la vida y ¡kabuuum! El modelo reventó y todos caímos como piezas de puzzle sin casar y sin saber muy bien cómo rearmarnos para formar otro dibujo que funcione para todos.

El tema es que anteriormente, el macho debía hacerle creer a la hembra que lo suyo iba a ser para siempre para que ella accediera a tener un mínimo de contacto genital. O por lo menos convencerla de que había quedado cegado por tanta belleza/personalidad/encanto natural o lo que fuera y sólo así podía empezar el cortejo. Toda esa parafernalia ya no es necesaria e incluso, en ocasiones, resulta contraproducente, pero las nuevas armas (o plumajes o rugidos) aún no están del todo creados y testados y como consecuencia nos perdemos en un mar confuso de mentiras que los hombres se obligan a contar y las mujeres fingimos creer para que la cosa prospere y podamos terminar felizmente en el catre o en el cine.

A nosotras, por otro lado, nadie nos ha enseñado cómo se hace, así que tomamos dos vías: la de batir las alas (escote, culo en pompa, rimel… varía según la morfología) o la de entrar a saco sin miramientos ni pudor.

A veces resulta agotador. Y casi siempre frustrante.

Ya falta menos para que todo encaje nuevamente, y probablemente mis alumnos disfruten de ello y vean los conflictos de generaciones anteriores (como la mía) como problemas más propios de dinosaurios que de homo sapiens.

Pero aún no está todo hecho, y quien diga lo contrario, o miente, o encontró a su media naranja antes de los 26.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Esto no es para mí


S, por supuesto, sigue sin dar señales de vida (gracias por preguntar). Habría sido demasiado fácil, claro (no se en qué estaba yo pensando), que alguien que me interesa de verdad hubiera quedado conmigo, nos hubiéramos gustado, y hubiéramos compartido unos cuantos meses de estupidez y felicidad. No, veo más viable lo del dragón (sigo esperando). Aunque, ¿quién necesita más felicidad de la que te da marcarte una ruta de tres horas con Linda en la bici de su ex (me duelen músculos que desconocía tener) bajo el sol de San Isidro, o quedarte horas embobada viendo las volteretas que da mi recién adoptada gatita Oshún mientras persigue una pelota de papel?
No. Esto de encontrar el amor es demasiado complicado, así que creo que me voy a dedicar a follar hasta que los dioses de meetic decidan apiadarse de mí y concederme un novio. Y si no lo hacen, pues eso que me llevo. Banana King style.

Precaución: Escúchala bajo tu propia responsabilidad. Una vez que se introduce en tu cebrero no podrás dejar de cantarla sin parar durante varios días. Mis sufridos alumnos dan fe de ello.

domingo, 13 de mayo de 2012

Que alguien me de la fórmula


¿Qué hace que compartir cama con alguna gente sea dormir juntos y con otra sólo signifique roncar en el mismo colchón?

Ayer volví a quedar con Luke. El pescado estaba vendido, pero igual nos fuimos antes de cervezas para hacer el paripé, porque oye, no somos animales. Bebimos, nos reímos, le invité a mi casa, bebimos un poco más, nos reímos un poco más y terminamos en la cama. Hasta aquí todo muy normal. Lo realmente inquietante vino después, al bajar la persiana, cerrar la puerta y echarnos a dormir.
El muchacho, muy solícito, me abrazó y se dejó abrazar en la medida en que su hombro dislocado le permitió hacerlo. Me roncó en la oreja (esto, aunque pueda sonar malo no lo es), dormí profundamente y estuve cómoda. Todo estaba bien y sin embargo no estaba TODO. La situación no es extraña entre dos casi desconocidos y no le habría dado más importancia de no ser por la repentina revelación que me asaltó antes de quedarme dormida: Con Cutie sí lo estaba. Aunque despiertos faltara todo lo demás.

Si hiciera una tabla comparativa entre los dos muchachos (que no voy a hacer, porque ante todo soy un caballero y eso está muy feo) Luke ganaba de calle, por edad, situación personal, arrojo, decisión, y por sus dos gatos. De hecho, si me pongo objetiva y miro atrás, la hora del sueño era el momento en el que Cutie y yo mejor nos llevábamos y más cosas teníamos en común. Si alguna vez tuvimos alguna oportunidad de llegar a enamorarnos, la perdimos sin duda durante esos ratos.

¿Cómo funciona entonces? Igual debería preguntarle a mi amiga Feli, que es física y se pasa el día midiendo muestras que no se comportan como la fórmula dice que deberían hacerlo. Puede que las relaciones interpersonales no sean muy diferentes de los ópalos y los superconductores. A lo mejor en un entorno controlado (presión y temperatura estables e índice de rozamiento 0) Luke y yo tendríamos una oportunidad, pero en mi habitación, con la inestabilidad de mi radiador de gas natural, el único resultado que he extraído de este experimento es un desconcertante e inesperado:
Luke
Σ = I mi∫s my cµtie
Beli

lunes, 7 de mayo de 2012

El romántico y el espabilado


A lo mejor soy yo, que tengo mala estrella, o es algo intrínseco a las relaciones, pero ni siquiera en las condiciones más favorables (léase meetic, donde todo el mundo va más o menos a lo mismo) consigo que las cosas me salgan como quiero.

Supongamos dos sujetos: S (Salmantino) y L (Luke) en un escenario M (Messenger)

S parece un hombre interesante. Sabe escribir, reflexiona sobre la vida y elabora teorías que me intrigan.
L se dedica a jugar al poker con los amigos y tirarse azafatas. También le gusta el buen cine, pero doblado al español.

S no para de decirme lo interesante que le parezco y lo mucho que le llamo la atención.
L se echa unas risas cuando digo una tontería y no pierde ocasión para recalcarlas.

S me relata alguna anécdota muy íntima de su pasado reciente y se le escapa un “entonces conduciré yo cuando nos hagamos escapadas de fin de semana”. Le tengo que recordar que aún no nos conocemos.
L me dice que ha ido a un bar muy chulo que, por lo que le he contado, seguramente me gustaría.

S asegura que quiere que nos veamos por fin en persona. Me propone hacer algo el fin de semana, pero queda en confirmarme, ya que a su coche se le ha encendido una luz y no sabe si lo tendrá que dejar en el taller
L me pide el teléfono, y me pregunta si tengo planes el domingo.

S me trata como a un ser especial
L me trata como a un colega

Lo poco que he visto de S me encanta
Lo poco que he visto de L me hace gracia

Si el guión de esta película lo escribiera yo, terminaría un sábado por la noche con Beli y S recostados en un bar con poca luz (y velas, claro), una copa en la mano y mucha filosofía barata sobre el amor y las relaciones en la Europa del siglo XXI. Y un beso, por supuesto. Muy lento y muy suave.

Como el guionista de mi vida es un psicópata con mucho sentido del humor, esto es lo que pasa:

S no coincide conmigo en el chat así que no tengo forma de saber si su coche está en el desguace o ha muerto sepultado por un cielo raso.
L me llama el sábado y me invita a ir al cine el domingo.

Final de la película: Beli se va al cine con L, se bebe un par de tercios y se caga en el romanticismo.

jueves, 3 de mayo de 2012

Google y los estados de ánimo


Una vez alguien a quien tenía en alta estima (¿dónde estarás?) me dijo que en Google estaban las respuestas para todo, hasta para los estados de ánimo. Una mañana en la que no se sentía particularmente optimista había escrito en el buscador “Me quiero morir” y le había aparecido un poema de Lorca. Esto, por alguna razón, le había maravillado y por ende, levantado un poco la moral y aliviado la resaca.

Desde entonces los tiempos y los motores de búsqueda han cambiado bastante, así que si tecleas hoy la misma frase (lo he hecho por motivos empíricos), lo que te encuentras son cinco enlaces de Yahoo respuestas y otro de depresion.org. Falta poesía.

La fascinación que le había producido la respuesta de Google contenía también cierta cura de humildad. Cuando sientes cosas que te hacen creerte único, basta un golpe de ratón para darte cuenta de que no importa lo retorcido que sea: alguien lo ha pensado antes. Internet, visto así, es la constatación de nuestra falta de originalidad sentimental.

Otro amigo (músico) de la época lo tenía muy claro. Solía decir: “Odio a Gustavo Cerati, porque todo lo que quiero componer, se le ocurrió a él antes”. Hay gente con talento y luego, los que escribimos en Internet.

Soda Stereo y Andrea Echeverri haciendo magia en La ciudad de la Furia


De todo esto hace muchos años y muchas vidas, pero aun así, de tanto en tanto, en esos días en los que ni yo me puedo explicar, me vienen a la cabeza Lorca, Google y el muchacho (en serio, ¿dónde estás?), y pruebo suerte, hasta ahora siempre con resultados decepcionantes.

Hoy era uno de esos días y me ha salido esto:


 Tengo la profundidad emocional de una moneda de 2 céntimos. Me quiero morir.