domingo, 24 de marzo de 2013

Manual Beli para superar la ruptura


Tras un año de citas, sexo sin ton ni son y desengaños múltiples, no me siento con ganas de superar la ruptura con Pepe a mi manera habitual. El ritual a otra cosa mariposa requiere estar en forma y no es el caso. A lo mejor es la decepción o a lo mejor es que me estoy haciendo mayor. O a lo mejor es que Pepe me importaba más de la cuenta.

Como estoy en fase de experimentación, ando probando un nuevo sistema, mi propia versión del clásico “Bridget Jones”. Sin mucho éxito, he de decir, pero por si a pesar de todo queréis ponerlo en práctica, os mando el manual.

FUMARSE UN CARTÓN
No soy muy de comer dulce, y mucho menos helado en invierno, y como hace tiempo superé una adicción al chocolate en la que no quiero recaer, me he entregado a la nicotina. Además de calmarme momentáneamente la ansiedad, me deja más cerca del enfisema pulmonar. Así me muero pronto y dejo cuanto antes de sufrir. Son todo ventajas.

LLORAR COMO UNA MAGDALENA
Lo mío no es llorar cuando quiero, sino cuando puedo, que suele ser en el momento menos oportuno y por las razones más absurdas, así que cual obstetra antes de un puente, me pincho la oxitocina de las lágrimas: una buena peli "de llorar". En este caso he optado por Love Actually, que para mí es una apuesta segura, me he abrazado al Bicho y he convulsionado alegremente viendo derrumbarse a Emma Thomson y declararse a punta de cartelitos a Rick Grimes, que era mucho más majo antes del apocalipsis zombi.

TERAPIA HORMONAL
Oshún, muy oportunamente, se ha puesto en celo. Para evitar que me hagan abuela demasiado pronto, el miércoles mandé al Bicho de vacaciones a casa de mis padres y nos hemos quedado solas las dos hembras de la casa. La pobre gata tiene una subida hormonal que no se aguanta ni ella (como yo), y lo único que la calma un poco son los mimos (como a mí), así que llevamos tres días a base de arrumacos, achuchones y besitos. Delicioso. Excepto cuando se pone a maullar a las 3 de la mañana. Eso no resulta tan reconfortante.

APLICAR (sin éxito) LA LÓGICA
Mucha atención porque éste es el proceso más importante y el más delicado, así que lo desgranaré en siete pasos:

1. Repetirle varias veces y con voz firme a tu gata (o al espejo) que no quieres saber nada más de esa persona, mientras revisas tu correo por decimoquinta vez para ver si te ha escrito.
2. Implosionar a causa del contrasentido (y actualizar el correo una vez más por si acaso)
3. Enumerar las razones por las que sabes que la relación no podía funcionar e imaginar que lo arregláis y que todo vuelve a ser como antes.
4. Sufrir un cortocircuito cerebral porque ni tú le encuentras la lógica al paso tres.
5. Reiniciar el móvil (a ver si voy a estar sufriendo y resulta que es sólo un fallo del sistema).
6. Sentir el alivio de que ya no tienes que esperarle. Esperarle.
7. Volver a implosionar.

Como he dicho al principio, no parece que el método funcione, pero eso sí, entretenido es un rato. Igualmente, se admiten consejos de personas acostumbradas a llevar puesto un corazón en lugar de un cacho de blandiblú.

domingo, 17 de marzo de 2013

La mejor forma de romper


Las historias nunca son blancas o negras. La vida es gris, ya lo sé, y ni yo soy Cenicienta, ni Pepe es el padrastro del cuento. Seguro que tenía sus razones para enfadarse conmigo y dejar de hablarme.

Yo el miércoles estaba deseando escucharlas y pedirle perdón. Y el viernes. El sábado pensaba que muy buenas tenían que ser para que yo le perdonara, y hoy no me valía otra cosa que no fuera "llevo en coma cuatro días", o "me han robado el móvil, el ordenador y la memoria y no tenía forma de contactarte".

No sé qué otra cosa puede justificar semejante rabieta en el momento más delicado de la relación, y responder con el silencio más cruel a una tentativa de acercamiento. La gente que se quiere no se trata así, me enseñaron hace muchos años.

Después de comprobar que no había perdido los dedos ni el móvil, le he mandado un mail para decirle que se ha terminado.
Y lo que es más importante (y más difícil) para decirme a mí misma que es hora de dejar de esperarle. Como bien escribió él, no merece la pena.

viernes, 15 de marzo de 2013

No entiendo nada


A ver si lo entiendo... El martes por la noche (por fin) recibí un mail de Pepe. Y como había que recuperar días de incomunicación después de nuestro interesante fin de semana, coincidimos en el chat. Que si nos veíamos el sábado.

Beli: No puedo. El sábado Charleen da un concierto para presentar su vídeo. Noche de chicas.
Pepe: Ya veo cuáles son tus prioridades

Y dijo que se le hacía tarde y que se iba a dormir. Sin chao, un beso, que descanses.

Está bien, lo admito, aunque es verdad que terminó así, la conversación en realidad fue más larga y yo no me tomé el tema muy en serio. No pensé que querer ir a un concierto con mis compañeras fuera motivo de pelea.

Igualmente al día siguiente intenté un mensajito conciliador ("no te enfades, que yo también quiero verte") pero no surtió efecto ("no me enfado, no merece la pena") (auch).

"He's hurt" me dijo Charleen con cara de emoticono cuando se lo conté indignada. "Specially after what happened the other day..." 

En el fondo ya lo sabía, así que le envié el correo que venía rumiando en el metro invitándole al concierto. Y diciéndole que me tenía loca.

Pues hasta hoy. Y estamos a viernes. Charleen, más vale que tu vídeo sea un éxito, porque me está costando mi segunda crisis sentimental en menos de una semana. No puedo más. Y no entiendo nada.

martes, 12 de marzo de 2013

De bombas G e infidelidades (II)



Después de la deliciosa mañana de domingo rumiando para mis adentros "eres gilipollas, Beli, eres gilipollas" mientras le sacaba fotos para rememorar tan entrañable momento en un marco de belleza incomparable, nos dispusimos a regresar a Madrid. 

Cuando tu habitual forma de salir de estas situaciones es echar a correr a tu escondite, que te pille encerrada en un coche con la persona de la que más te apetece huir, no es el escenario ideal. Y no hay hermetismo emocional que resista 300 kilómetros de confinamiento, así que terminé, yo también, confesando lo que no quería confesar:

Que me gusta, que me gusta mucho, pero que no me creo nada de lo que me dice, porque me viene diciendo las mismas cosas desde que nos conocimos, y que yo me freno, e intento no caer, pero somos de palo, no de piedra y después de tantos "me gustas, por dentro y por fuera. Me gustas más de la cuenta" del "eres lo mejor de mi semana" de los incontables "te echo de menos" de los "háblame de amor, dime cosas bonitas" de los "cariño, mi amor, cuchi-cuchi" (sí, me llama cuchi-cuchi, pero ese ahora es el menor de mis problemas) me lo termino creyendo y pienso que a lo mejor hay algo de cierto, y me ilusiono, y me recorro (otra vez) Madrid en metro con mis libros a la espalda para verle, aunque esté agotada y tenga clase temprano al día siguiente, e ignoro el hecho de que mis gatos le hacen estornudar y no ha vuelto a hacer ni el más mínimo amago de intentar pasarse por mi casa recién aspirada de alérgenos. Lo ignoro todo y me imagino que con éste sí, es posible.

Lo malo no son los cuernos. Lo malo (no lo digo yo, lo dicen los Babasónicos) es mentir palabras de amor.



Tras mi vomitona de arcoiris me dijo que salía con otras pero que yo era su prioridad (soy la favorita de harem... guay) y que él estaba dispuesto a darle un descanso a Meetic ("si es como un club social" “ya, club social mis cojones”) y que le diera una oportunidad. ¿Una oportunidad para qué? Si ni yo confío en él, ni él, me dijo, confía en mí. Si yo me freno porque no le creo, y él se aleja porque yo me freno.
Pero se la di, allá por el kilómetro 80 de la A II. Un fin de semana inolvidable para contarles a los nietos que nunca tendremos.

Lo más gracioso del tema es que después de la intensidad de todo el drama dominguero, hoy estamos a martes y aún no he sabido nada de él. Me pregunto si esto es lo que quiere hacer con "su oportunidad".

lunes, 11 de marzo de 2013

De bombas G e infidelidades


Todo empezó con una broma. "Eres mi toy boy" le dije. Y él se giró y me dio la espalda toda la noche. "Vaya, la he cagado" pensé.
A la mañana siguiente, junto a la erección matutina, le volvió el cariño y entre arrumacos le dije que había sido un chiste.

"¿Te comparto con alguien?" Me preguntó.

Vaya, qué inapropiado, pensé, pero me vi en la obligación de contestar con la verdad:

"No"

Aunque eso supusiera confesar que no me interesan otros hombres ni otras manos.

"Pues tú a mí sí"

Y sentí cómo la acogedora cama del hotelito de la sierra se convertía en esto:


Tras el impacto, me sacudí los escombros y sus brazos y corrí a la ducha.
Intentar esquivar a alguien en una habitación de hotel no es fácil. El baño, el balcón (¿cuántos cigarros puede fumarse una antes del desayuno sin desmayarse?)... No hay mucho más. Parecía una gata a la que acaban de de dar un baño, escurriéndome por las esquinas, pegada a la pared intentando no ser vista y espiando de reojo, dispuesta a repeler cualquier amago de acercamiento.

En este punto diré que la confesión no había sido precisamente una sorpresa. Los indicios los tenía, e incluso algunos los he comentado en el blog.

Como aquella vez que le dije que no se me daba bien usar el sacacorchos:
"Pero cuando trabajabas en el restaurante tendrías que abrir muchas botellas"
"¿Cuándo he trabajado yo en un restaurante?"
"ehhhh... ¿Unas patatitas?"

O aquella otra noche en la que sonó el telefonillo a las 3 de la mañana, y él con fingida indignación y notable nerviosismo exclamó:
"hay que ver, la gente está loca"
Nene, que a lo mejor están evacuando el edificio. Si te suena el telefonillo a horas intempestivas, lo contestas... a no ser que ya sepas quién es, claro.

Lo que pasa es que si a todas nos vas diciendo que siempre somos bienvenidas en tu casa, tarde o temprano alguna se lo va a tomar en serio. (Nota mental: nunca intentes darle una sorpresa de esas con gabardina y nada debajo).

Pero no era el tema de la infidelidad lo que me molestaba (¿quién soy yo para hablar de cuernos?) sino el que me lo contara alegremente y sin pedírselo justo después de enfadarse conmigo porque yo no le tomaba en serio... A mí me da que en la ecuación salgo perdiendo.

Debería haber accedido a sacarme una foto (porque seguimos de turismo toda la mañana, superapropiado) para ponerla al lado de "gilipollas" en la enciclopedia. Y él todo el tiempo con sonrisilla incómoda de "la he jodido, a ver cómo salgo de ésta".

 Y aquello no había hecho más que empezar.

(continuará)