sábado, 21 de diciembre de 2013

La Fiesta de Navidad de la empresa

Ah, las fiestas de empresa. Qué momentos tan entrañables de estas fechas, donde por el módico precio de cinco horas de charlas interminables de jefes mirándose el ombligo y felicitándose unos a otros, te dan una barra libre de Brugal, cotilleo embarazoso y grandes éxitos de los 80 patrocinados por Sing Star.

Donde la becaria inocentona que no se entera de nada hace público que una vez le confesaste que el director de operaciones tenía un polvazo.

Donde sales a fumar para estar un ratito sola sin tener que fingir que eres un ser humano normal y perfectamente capaz de relacionarte con gente y te encuentras metiéndote en una conversación que no te incube, con gente a la que no habías visto en la vida sólo porque quedarte un rincón te haría parecer todavía más rara. O no. Socially awkward penguin style.




Y por fin, después de pasarte dos horas amenazando con irte, tienes un momento de lucidez mientras apuras la tercera copa y te marchas sin hacer ruido, borracha y contrariada a casa de tus colegas frikis porque, seamos honestos, es con ellos donde te sientes a gusto y eres más tú.

Pero como no es una verdadera fiesta de empresa si no terminas cagándola a lo grande, tu amigo se tiene que ir y te quedas con Sagitario*, su compañero de piso, que no bebe pero tiene una botella de Cacique guardada con tu nombre y si tú estás hecha mierda, él está peor, y a los dos os gusta gente que no os hace caso y le cuentas que además llevas muchos meses sin sexo, y él te dice que lleva muchos años y todo encaja y te lo terminas tirando de mala manera en su habitación intentando no ser consciente de que la estás liando parda.

¿Y qué sería de una fiesta de empresa sin la mañana siguiente? cuando llegas a trabajar con la botella de agua pinchada en la vena y te encuentras que los pringados como tú están intentando también ser productivos con una empanada mental más grande que la tuya, y te comes un marrón que no te toca porque tu jefa no llega hasta medio día con visibles rasgos de devastación.

Y entre mail y mail, te acuerdas de Sagitario y esperas no haberte portado como una auténtica gilipollas con el muchacho, aunque es difícil saberlo, porque sólo eres capaz de recopilar flashes inconexos de la noche anterior. Y ruegas haber dicho (porque no estás segura de si lo dijiste o sólo lo imaginaste) que esto tenía que ser secreto de estado y no salir de ahí. Ni volver a ocurrir.

Y mira que te habían advertido, pórtate bien con Sagitario, que es muy sensible.

En fin… Feliz Navidad.





*Cuando le dije que iba a contar su historia en mi blog, de entre todos los nombres posibles, quiso que le llamara Sagitario... Es un pseudónimo espantoso y ni siquiera cumple años en diciembre, pero me encanta el hecho de que, por primera vez, sea el propio protagonista el que elija su apodo.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Cuandolo lo tenemos todo (y nos falta lo más importante)

Este fin de semana he asistido a la presentación de una diseñadora con mucho talento y un coraje envidiable. Tal y como están las cosas en este país, se ha autoproducido, autofinanciado y autodistribuído. Una labor donde se ha dejado un año de su vida y parte de sus ahorros.

Visto el éxito y la acogida que ha tenido, uno podría esperar encontrarla borracha de ego y subida en un pedestal de autoestima.

La sorpresa ha sido cuando, en un momento tranquilo del evento, en la intimidad de la esquina de los fumadores, nos ha confesado a mi amiga y a mí, dos desconocidas, que no está feliz. No está feliz porque acaba de romper con su novio.
El dolor de perder al hombre que ama podía más que la alegría de ver por fin el fruto de su trabajo culminado y admirado por extraños, amigos y expertos en la materia.

Y no estoy hablando de una de mis quinceañeras alumnas, que cuando sufren un revés amoroso no tienen ganas de practicar el future simple y se me echan a llorar en mitad de una oración. Estoy hablando de una mujer preciosa, madura, inteligente y con muchísimo talento.

Supongo que, como decía hace un tiempo en este blog, no somos tan distintos. A nosotros, a veces también, los sentimientos nos vencen, y no atendemos a razones. Y nos ponemos las orejeras de burro que no nos dejan ver más allá de lo que deseamos, aunque no sea lo que nos convenga, ni siquiera lo que nos hace felices.

Pero yo me he ido de allí pensando que no es justo. No es justo que se pierda el disfrutar de la recompensa que se ha ganado con esfuerzo por culpa de un hombre tan ocupado con sus cosas que no había encontrado un momento para ir a la presentación.


Mientra recogíamos los abrigos y la gente en la sala hablaba de su trabajo, ella estaba escondida, con el móvil en la mano, diseñando una disculpa. 


miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Me quieres o me necesitas?

Hace 12 años que Mateo conoció a una chica durante una convención de cómics. Una semana después iniciaban una relación a distancia, y en cuestión de 6 meses se estaba mudando a 500 kilómetros de Madrid para casarse con ella. Por cuestiones que no vienen al caso, desde ese entonces sólo había sabido de él que se había comprado un chalet, había tenido dos gatos y, más recientemente, una niña preciosa.
Hasta este verano, cuando me sorprendió con la noticia de que venía a una entrevista a Madrid.

- ¿Y te vas a venir a vivir aquí?
- Si me sale trabajo, sí
- Y tu mujer, ¿Qué va hacer? ¿Se viene también?
- Estamos separados.

Casi me ahogo con una patata brava. Por suerte teníamos cerveza para pasar el trago.

- ¿Y qué ha pasado?
- Nada, pero como pareja ya no funcionábamos. Ella ha evolucionado mucho, está mucho mejor que cuando la conocí, es mucho más fuerte y ya no me necesita. Y si alguien ya no te necesita, pues… ya ¿para qué?

Necesidad. Eso es el amor para muchas personas, supongo, pero nunca nadie me lo había dicho de forma tan clara. No sé si es la forma más saludable de tener una relación de pareja, pero a estos chicos les ha valido para vivir 12 años de matrimonio y formar una bonita familia. Yo he empleado esos mismos doce años para romper con el amor de mi vida, volver a enamorarme, ir a otro país a que me pisen el corazón y entretenerme con una par de relaciones frustradas y frustrantes. Visto así, es difícil saber quién tiene razón.

Y sin embargo, desde aquellas cañas con Mateo, se me viene a la cabeza muchas veces otra conversación trascendental, una de esas que tienes a los 20 años, cuando todas tus prioridades parecen estar claras y el futuro está lleno de posibilidades a tu medida.

- No quiero que me necesites. Lo que quiero es que estés conmigo porque quieres estar conmigo, no porque no puedas estar sin mí.

Y así fue. Nunca nos fuimos imprescindibles, pero nos quisimos como sólo se puede querer a los 20. Teníamos todo un futuro lleno de posibilidades a nuestra medida y decidimos vivirlo cada uno por nuestro lado. Porque aunque nos hacíamos felices, no nos necesitábamos para ser felices.


Supongo que hay muchas formas de amar, y tal vez Mateo tenga su parte de razón, pero yo, desde luego, del que me enamoré y al que no he podido olvidar a pesar de los años, es justo al otro. Al que nunca me necesitó.

lunes, 11 de noviembre de 2013

No te prometo nada


Mira, yo si quieres te invito a subir y te echo un polvo de mil amores, pero no te prometo nada”.
Ponme una peluca y llámame Cassanova.

Cassanova y yo, separados al nacer.

Si no es la peor frase creada por un ser humano para seducir a otro ser humano, es que yo no sé nada de relaciones. Y es muy posible que no sepa nada de relaciones, porque la frase funcionó.

- ¿Cómo que no me prometes nada?
- Pues que acabo de salir de una ruptura que me ha dejado algo tocada, y que además no te estoy invitando yo, te está invitando toda la cerveza que llevo en el cuerpo.
- …vale. ¿Dónde aparco?


De esta conversación, previa a mi primer revolcón con Carlos, se pueden hacer varias lecturas.

La primera es que el alcohol es muy peligroso. Pero sólo cuando vas al volante o manejas maquinaria pesada, porque yo no creo en eso de que cuando estamos borrachos hacemos cosas que no queremos. Lo que sí creo es que es una excelente excusa para hacer sin pudor todo aquello que nos avergüenza reconocer que queremos hacer.

Otra lectura es que soy una tía muy legal. Por si Carlos se había hecho otra idea del tema, esa noche él era sólo mi despecho, un falo con el que llenar el vacío y tapar la mala leche, y ni siquiera se iba a llevar un polvo memorable por hacerme el favor. Posiblemente, ni siquiera un polvo mediocre. Esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas.

Y lo tomó, claro que lo tomó. Y eso me vuelve a llevar a reflexionar sobre las diferencias entre hombres y mujeres. Si hiciéramos una encuesta separada por sexos preguntando si habrían aceptado una oferta como la que le hice a Carlos esa noche, ¿qué saldría? Probablemente (y desmentidme si me equivoco) la mayoría de los hombres habría aparcado el coche y la mayoría de las mujeres habría huido de allí quemando rueda. Yo habría huido también.

Y eso para alguien como yo, siempre empeñada en demostrar que los hombres y las mujeres no somos tan distintos, es un golpe muy duro.

¿Cuánto la tiene que cagar una mujer para que un hombre le diga que no? Si un “si quieres follamos, pero me estoy acordando de mi ex, así que la noche puede ser un desastre” no es suficiente, no se me ocurre qué puede serlo. Ahora que lo pienso, estoy por hacer un experimento para comprobarlo. Los resultados, si no aparecen aquí, es que me los han publicado en el British Journal of Science. Echadle un ojo de vez en cuando por si acaso. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

La loca de los gatos (basado en hechos reales)

Atención. 
Puede que sea una leyenda urbana, pero por si acaso, hombres que buscáis chicas solteras por Madrid y alrededores, tened mucho cuidado.

Circula una historia por ahí sobre cierta muchacha de apariencia normal que una intempestiva noche de invierno, durante un temporal, invita a un chico a su casa con claras intenciones copulatorias. A pesar de la buena disposición y amabilidad del individuo, esta criatura desalmada le obliga a darle un masaje y ver dos capítulos seguidos de una serie de televisión que al chico no le interesa lo más mínimo. Pero la tortura en ese punto no ha hecho más que empezar: Por lo visto, tras amagar con una noche de pasión y desenfeno, y cuando el muchacho ya no está a tiempo de negarse y salir corriendo, la mujer le abandona a su suerte y se queda dormida ignorando su erección y su desconcierto. Algunas versiones (las más terroríficas que se reservan para  Halloween) aseguran que la mujer (esto está probablemente inspirado en el mito de Verónica) se aferra al cuerpo del individuo durante toda la noche, privándole del sueño y provocándole dolores musculares al estilo Guantánamo, y cuando por fín a la mañana siguiente libera a su presa y ésta se dispone a escapar, una criatura con garras afiladas (posiblemente un gato, los narradores discrepan en este punto) le desgarra el talón. Sangrando todavía, pero resuelto a no mirar atrás, la víctima recoge sus cosas del suelo sólo para comprobar que otra criatura de Satanás ha orinado toda su ropa. Escalofriante. Ríete tú de la chica de la curva.

lunes, 4 de noviembre de 2013

De inundación, de cambios, de hastío y de vuelta.

Si escribí la última entrada de este blog en medio del caos de la remodelación de mi nuevo piso, retomo mis quehaceres blogueros apenas tres días después de que el salón que tanto me costó pintar haya sucumbido a una inundación perpetrada con nocturnidad y alevosía.

Podría haber sido peor (que se lo pregunten a mis vecinas, que estaban de puente y tuvieron el piso en remojo hasta el domingo). O mucho peor, tan peor como las historias que me estuve imaginando hasta que descubrí que lo que repiqueteaba en el suelo no eran las paredes llorando sangre, sino el lavavajillas de mi vecino desbordándose inoportunamente. No me juzguéis, estábamos en pleno Halloween y acababa de ver “The Conjuring”.



La historia de cómo mi casa terminó a las 5 de la mañana llena de policías y bomberos (con sus cascos y todo) por culpa de un manguito roto no os la voy a contar porque es todavía más vergonzosa. Si al menos la que escribe fuera una Samantha al estilo Sex and the city, la noche habría terminado de forma muy distinta, pero soy yo, Beli, el tipo de mujer que recibe a la autoridad con su pijama gordo de Snoopy, la chaqueta de lana raída y la fregona cotrosa en la mano. De cero a 10, sex-appeal -15.

Todo esto viene a que con esta predisposición que tengo a hacer las cosas mal en cuanto a relaciones con seres humanos se refiere, de los tres propósitos de vida que me hice hace un par de años (cambiar de trabajo, conseguir un novio y comprarme una casa) he conseguido cumplir dos. Lo primero fue la casa (lo que dependía únicamente de mí), hace un par de semanas fue el trabajo (adiós a los niños, hola a tener vida de lunes a viernes), y del tema del novio, mejor ni hablar.

Tras la ruptura con Carlos (ya os hablaré de Carlos) abandoné (temporalmente, espero) la búsqueda. Al principio fue con la excusa de la reforma, que no me dejaba tiempo ni energías para nada que no fuese rasquetear, limpiar polvo y darle al rodillo. En cuanto a hombres, ya tenía en mi vida a Juan el Albañil, y con él y su cuadrilla cumplía de sobra mi cupo de lidiar con el género masculino. Incluso aprendí algo de rumano en el proceso (pared se dice “perete”, por si algún día os sirve de algo).

Luego llegó la mudanza y con ella mi okupa (que se va a llevar un par de post en el blog, sin duda), después el inicio de curso, triste sin Charleen ni Linda, ni galletitas saladas ni capuccino instantáneo, y llegó octubre y me di cuenta de que estoy hastiada, que meetic no me hace gracia, que ligar no me interesa y que desde la trágica muerte de La Batidora (mi vibrador, DEP) ya ni el sexo me hace demasiada ilusión.


Supongo que es sólo una fase y que ya se pasará, pero hoy por hoy, mi vida sentimental es un páramo donde, tampoco os voy a engañar, se está muy a gusto. De todas formas tengo historias que contar, mías y ajenas, así que espero, esta vez sí, volver a darle continuidad al blog. Hasta que se cumpla mi tercer propósito, quién sabe, tal vez, con la llegada del Tercero

sábado, 3 de agosto de 2013

Manual para alisar una pared con gotelé


Cómo quitar el gotelé de las paredes

1. Mojar la superficie con agua para ablandar la pintura y después retirar con una espátula o rasqueta
2. Lijar la pared con un taco de lija de grano fino
3. Limpiar la pared para eliminar restos de polvo
4. Aplicar la pasta Magic Liss con el rodillo y alisar
5. Lijar levemente la superficie
6. Pintar

Cómo quitar el gotelé de las paredes en el mundo real

1. Mojar la superficie con agua y después retirar la pintura con una espátula o rasqueta
2. Volver a mojar la pared en las zonas donde la pintura no se va ni con la rasqueta ni con el martillo neumático
3. Volver a rasquetear las zonas en las que debajo de la pintura, había más pintura, una capa de yeso y hasta un fresco del siglo XIX
4. Tratar de mantener la calma cuando, pegado a la pintura, se cae un trozo de pared de 10 cm de diámetro
5. Apuntarse a clases de yoga
6. Imprimir tarjetas con tu número de cuenta corriente para entregárselas a todos los que te sugieren que contrates a un profesional, de manera que puedan hacerse cargo de los gastos mediante transferencia bancaria
7. Descubrir la entrada a Narnia debajo de una antigua roza mal tapada
8. Lijar la pared con un taco de lija fino
9. Comprobar cómo la pared se parte de risa y te agradece que le hagas cosquillitas
10. Usar un taco de lija de grano grueso
11. Limpiar la pared para eliminar restos de polvo
12. Volver a limpiar la pared, que sigue teniendo polvo
13. Repetir los pasos 11 y 12 un par de veces más, por si acaso
14. Aplicar la pasta Magic Liss con el rodillo y alisar
15. Comprobar cómo a pesar de tus esfuerzos previos con la rasqueta y el fijador, cachos de pared se van detrás del rodillo
16. Sufrir una crisis de ansiedad
17. Comprar una pasta alisadora en condiciones, mucho más barata y efectiva que el MagicLiss y aplicar con llana
18. Cancelar tu subscripción en el gimnasio, porque te están saliendo unos músculos que ni Hilary Swank en Million dollar baby
19. Lijar, dar de llana, y volver a lijar hasta que la pared quede completamente lisa
20. Asumir que la pared no va a quedar completamente lisa antes del 2015, y decidir que todos esos hoyitos le dan un aire rústico encantador
21. Pintar
22. Pedir hora en el fisio


Y si no os lo creéis, os pongo un vídeo.




Y por todo esto, amiguitos, no he podido retomar el blog durante las vacaciones tal y como había pensado. Os debo una relación, una ruptura, y una propuesta para hacer un trío pendiente de aprobación.

Mis más sinceras disculpas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Full stop II


Como decía en la entrada anterior, el que culpe de su falta de compromiso a mi falta de comunicación, me indigna un poco, y como no era cuestión de dejarse nada en el tintero, lo he soltado todo.

Le he respondido que siento que él nunca ha puesto de su parte ni ha apreciado mis esfuerzos por que esto funcione, que las noches sin dormir, las horas de metro, el dedicarle mi único día libre de la semana casi en exclusiva durante meses, para mí valen más que las frases de amor que tan fácilmente se mienten los enamorados. 

A pesar de esta verborrea inusitada, a juzgar por su expresión estupefacta, parecía que le estuviera hablando en eslovaco. Como si hubiéramos estado en relaciones distintas. Pero para mí ha quedado muy claro el problema: Él quería palabras y yo no se las daba, y yo buscaba hechos, y no los encontraba.

Lo irónico del asunto es que, a pesar de los sentimientos, de las cosas guardadas y de las emociones de las últimas semanas, el verdadero full stop lo han puesto mis gatos.

Justo cuando estaba todo explicado, pero nada decidido, el Bicho ha irrumpido en la conversación saltando sobre mi butaca, como si quisiera recordarme que lo más importante aún estaba por decir :

"Y esto es otro tema..."

"Ya..." 

“Yo no puedo tener una relación seria con alguien que no puede venir a mi casa”

Y él, sin estornudar ni nada, me ha contestado que les tiene alergia y que no puede remediarlo. Ni el Vetriderm de Bayer ni mi aspiradora con filtro HEPA le han motivado si quiera a intentarlo.

Nos hemos dado un abrazo de despedida y se ha marchado. Full stop.

lunes, 8 de abril de 2013

Full stop


En los últimos tiempos “full stop” es la expresión favorita de Linda, aunque la verdad sea dicha, le cuesta menos decirlo que ponerlo en práctica, después de un año de rupturas y falsas esperanzas con su ex que siempre que reaparece la deja un poquito más triste y queriéndose un poquito menos. “Do as I say, not as I do” que dicen los británicos.

Pepe me decía por SMS que me echaba de menos y yo, que me había impuesto la ley del silencio para no recaer, al final le tuve que reconocer que yo también a él. Pero casi tres semanas de darle vueltas al tema (porque me he puesto bastante obsesiva, la verdad) me han abierto los ojos, y aunque doliera y costara, o encontrábamos una solución a nuestros problemas, o habría que ponerle un full stop. Si algo tenía claro es que no quería meterme en la espiral destructiva en la que se encuentra Linda. Era hora de meterle cabeza, y no corazón, al asunto Pepe.

Hoy, que habíamos quedado para hablar por la tarde, se ha presentado por sorpresa en mi casa por la mañana, arruinando mi plan de crearle una impresión visual inolvidable (medias desafiando al frío y push up del Primark) de nuestra reconciliación o último encuentro. Tal vez el plan no haya fracasado del todo y realmente le sea imposible olvidar la imagen de una Beli en pijama y bata de invierno, con los pelos de punta y los ojos llenos de legañas, pero no era eso precisamente lo que yo tenía en mente.

Sea como sea, lo importante es que hemos hablado, cara a cara, y nos hemos dicho las cosas que nos teníamos que decir, que para mí no es un asunto al que esté muy acostumbrada ni se me dé especialmente bien. 

Me imagino que si Cupido dirigiera el cotarro en el juicio final, nada más llegar a las puertas del cielo me diría: “Usted tiene varias denuncias por hermetismo emocional” y me condenaría sin posibilidad de apelación a los infiernos del amor: la soledad eterna.

Mis parejas siempre se han quejado de lo mismo, y Pepe no iba a ser una excepción. Me ha explicado por qué le había dolido el tema del concierto (“parecía como si te diera igual no poder vernos en 15 días después de todo lo que había pasado”) y más importante que eso, me ha dicho que le resulta muy difícil acercarse a mí  porque yo siempre llevo puesta una coraza y saco las púas a la primera de cambio. Está bien, ahí le puedo dar la razón.

Pero entonces me ha confesado que si no se ha comprometido más y antes en esta relación es porque nunca sabe lo que pienso, porque nunca le digo nada y para él eso significa que no me tomo en serio lo nuestro, y que nunca le he demostrado que me importa.

Y ahí, movida por la necesidad de ponerlo todo en claro, y un poco por la indiganción, he empezado a hablar (Cupido, toma nota)...

(Continuará)


viernes, 5 de abril de 2013

Lo que diría Cortázar


¿Qué diría Cortázar en una situación de amor desesperado? Pues diría:

No me des tregua. No me perdones nunca. Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.

Lo sé porque me lo ha mandado Pepe en un email.
Genial. Ya sé lo que opinaba Cortázar, por cierto, mi escritor favorito (¿se acordaba o ha sido casualidad?). Pero sigo sin saber lo que piensa él, aunque la verdad, cada vez me da más igual.

Y puestos a hablar en boca de otros, yo también tengo algo que decir:




Lo que diría yo, si fuera Iván Ferreiro (Turnedo)

Encargo de Cortázar y otros poemas, aquí:

domingo, 24 de marzo de 2013

Manual Beli para superar la ruptura


Tras un año de citas, sexo sin ton ni son y desengaños múltiples, no me siento con ganas de superar la ruptura con Pepe a mi manera habitual. El ritual a otra cosa mariposa requiere estar en forma y no es el caso. A lo mejor es la decepción o a lo mejor es que me estoy haciendo mayor. O a lo mejor es que Pepe me importaba más de la cuenta.

Como estoy en fase de experimentación, ando probando un nuevo sistema, mi propia versión del clásico “Bridget Jones”. Sin mucho éxito, he de decir, pero por si a pesar de todo queréis ponerlo en práctica, os mando el manual.

FUMARSE UN CARTÓN
No soy muy de comer dulce, y mucho menos helado en invierno, y como hace tiempo superé una adicción al chocolate en la que no quiero recaer, me he entregado a la nicotina. Además de calmarme momentáneamente la ansiedad, me deja más cerca del enfisema pulmonar. Así me muero pronto y dejo cuanto antes de sufrir. Son todo ventajas.

LLORAR COMO UNA MAGDALENA
Lo mío no es llorar cuando quiero, sino cuando puedo, que suele ser en el momento menos oportuno y por las razones más absurdas, así que cual obstetra antes de un puente, me pincho la oxitocina de las lágrimas: una buena peli "de llorar". En este caso he optado por Love Actually, que para mí es una apuesta segura, me he abrazado al Bicho y he convulsionado alegremente viendo derrumbarse a Emma Thomson y declararse a punta de cartelitos a Rick Grimes, que era mucho más majo antes del apocalipsis zombi.

TERAPIA HORMONAL
Oshún, muy oportunamente, se ha puesto en celo. Para evitar que me hagan abuela demasiado pronto, el miércoles mandé al Bicho de vacaciones a casa de mis padres y nos hemos quedado solas las dos hembras de la casa. La pobre gata tiene una subida hormonal que no se aguanta ni ella (como yo), y lo único que la calma un poco son los mimos (como a mí), así que llevamos tres días a base de arrumacos, achuchones y besitos. Delicioso. Excepto cuando se pone a maullar a las 3 de la mañana. Eso no resulta tan reconfortante.

APLICAR (sin éxito) LA LÓGICA
Mucha atención porque éste es el proceso más importante y el más delicado, así que lo desgranaré en siete pasos:

1. Repetirle varias veces y con voz firme a tu gata (o al espejo) que no quieres saber nada más de esa persona, mientras revisas tu correo por decimoquinta vez para ver si te ha escrito.
2. Implosionar a causa del contrasentido (y actualizar el correo una vez más por si acaso)
3. Enumerar las razones por las que sabes que la relación no podía funcionar e imaginar que lo arregláis y que todo vuelve a ser como antes.
4. Sufrir un cortocircuito cerebral porque ni tú le encuentras la lógica al paso tres.
5. Reiniciar el móvil (a ver si voy a estar sufriendo y resulta que es sólo un fallo del sistema).
6. Sentir el alivio de que ya no tienes que esperarle. Esperarle.
7. Volver a implosionar.

Como he dicho al principio, no parece que el método funcione, pero eso sí, entretenido es un rato. Igualmente, se admiten consejos de personas acostumbradas a llevar puesto un corazón en lugar de un cacho de blandiblú.

domingo, 17 de marzo de 2013

La mejor forma de romper


Las historias nunca son blancas o negras. La vida es gris, ya lo sé, y ni yo soy Cenicienta, ni Pepe es el padrastro del cuento. Seguro que tenía sus razones para enfadarse conmigo y dejar de hablarme.

Yo el miércoles estaba deseando escucharlas y pedirle perdón. Y el viernes. El sábado pensaba que muy buenas tenían que ser para que yo le perdonara, y hoy no me valía otra cosa que no fuera "llevo en coma cuatro días", o "me han robado el móvil, el ordenador y la memoria y no tenía forma de contactarte".

No sé qué otra cosa puede justificar semejante rabieta en el momento más delicado de la relación, y responder con el silencio más cruel a una tentativa de acercamiento. La gente que se quiere no se trata así, me enseñaron hace muchos años.

Después de comprobar que no había perdido los dedos ni el móvil, le he mandado un mail para decirle que se ha terminado.
Y lo que es más importante (y más difícil) para decirme a mí misma que es hora de dejar de esperarle. Como bien escribió él, no merece la pena.

viernes, 15 de marzo de 2013

No entiendo nada


A ver si lo entiendo... El martes por la noche (por fin) recibí un mail de Pepe. Y como había que recuperar días de incomunicación después de nuestro interesante fin de semana, coincidimos en el chat. Que si nos veíamos el sábado.

Beli: No puedo. El sábado Charleen da un concierto para presentar su vídeo. Noche de chicas.
Pepe: Ya veo cuáles son tus prioridades

Y dijo que se le hacía tarde y que se iba a dormir. Sin chao, un beso, que descanses.

Está bien, lo admito, aunque es verdad que terminó así, la conversación en realidad fue más larga y yo no me tomé el tema muy en serio. No pensé que querer ir a un concierto con mis compañeras fuera motivo de pelea.

Igualmente al día siguiente intenté un mensajito conciliador ("no te enfades, que yo también quiero verte") pero no surtió efecto ("no me enfado, no merece la pena") (auch).

"He's hurt" me dijo Charleen con cara de emoticono cuando se lo conté indignada. "Specially after what happened the other day..." 

En el fondo ya lo sabía, así que le envié el correo que venía rumiando en el metro invitándole al concierto. Y diciéndole que me tenía loca.

Pues hasta hoy. Y estamos a viernes. Charleen, más vale que tu vídeo sea un éxito, porque me está costando mi segunda crisis sentimental en menos de una semana. No puedo más. Y no entiendo nada.

martes, 12 de marzo de 2013

De bombas G e infidelidades (II)



Después de la deliciosa mañana de domingo rumiando para mis adentros "eres gilipollas, Beli, eres gilipollas" mientras le sacaba fotos para rememorar tan entrañable momento en un marco de belleza incomparable, nos dispusimos a regresar a Madrid. 

Cuando tu habitual forma de salir de estas situaciones es echar a correr a tu escondite, que te pille encerrada en un coche con la persona de la que más te apetece huir, no es el escenario ideal. Y no hay hermetismo emocional que resista 300 kilómetros de confinamiento, así que terminé, yo también, confesando lo que no quería confesar:

Que me gusta, que me gusta mucho, pero que no me creo nada de lo que me dice, porque me viene diciendo las mismas cosas desde que nos conocimos, y que yo me freno, e intento no caer, pero somos de palo, no de piedra y después de tantos "me gustas, por dentro y por fuera. Me gustas más de la cuenta" del "eres lo mejor de mi semana" de los incontables "te echo de menos" de los "háblame de amor, dime cosas bonitas" de los "cariño, mi amor, cuchi-cuchi" (sí, me llama cuchi-cuchi, pero ese ahora es el menor de mis problemas) me lo termino creyendo y pienso que a lo mejor hay algo de cierto, y me ilusiono, y me recorro (otra vez) Madrid en metro con mis libros a la espalda para verle, aunque esté agotada y tenga clase temprano al día siguiente, e ignoro el hecho de que mis gatos le hacen estornudar y no ha vuelto a hacer ni el más mínimo amago de intentar pasarse por mi casa recién aspirada de alérgenos. Lo ignoro todo y me imagino que con éste sí, es posible.

Lo malo no son los cuernos. Lo malo (no lo digo yo, lo dicen los Babasónicos) es mentir palabras de amor.



Tras mi vomitona de arcoiris me dijo que salía con otras pero que yo era su prioridad (soy la favorita de harem... guay) y que él estaba dispuesto a darle un descanso a Meetic ("si es como un club social" “ya, club social mis cojones”) y que le diera una oportunidad. ¿Una oportunidad para qué? Si ni yo confío en él, ni él, me dijo, confía en mí. Si yo me freno porque no le creo, y él se aleja porque yo me freno.
Pero se la di, allá por el kilómetro 80 de la A II. Un fin de semana inolvidable para contarles a los nietos que nunca tendremos.

Lo más gracioso del tema es que después de la intensidad de todo el drama dominguero, hoy estamos a martes y aún no he sabido nada de él. Me pregunto si esto es lo que quiere hacer con "su oportunidad".

lunes, 11 de marzo de 2013

De bombas G e infidelidades


Todo empezó con una broma. "Eres mi toy boy" le dije. Y él se giró y me dio la espalda toda la noche. "Vaya, la he cagado" pensé.
A la mañana siguiente, junto a la erección matutina, le volvió el cariño y entre arrumacos le dije que había sido un chiste.

"¿Te comparto con alguien?" Me preguntó.

Vaya, qué inapropiado, pensé, pero me vi en la obligación de contestar con la verdad:

"No"

Aunque eso supusiera confesar que no me interesan otros hombres ni otras manos.

"Pues tú a mí sí"

Y sentí cómo la acogedora cama del hotelito de la sierra se convertía en esto:


Tras el impacto, me sacudí los escombros y sus brazos y corrí a la ducha.
Intentar esquivar a alguien en una habitación de hotel no es fácil. El baño, el balcón (¿cuántos cigarros puede fumarse una antes del desayuno sin desmayarse?)... No hay mucho más. Parecía una gata a la que acaban de de dar un baño, escurriéndome por las esquinas, pegada a la pared intentando no ser vista y espiando de reojo, dispuesta a repeler cualquier amago de acercamiento.

En este punto diré que la confesión no había sido precisamente una sorpresa. Los indicios los tenía, e incluso algunos los he comentado en el blog.

Como aquella vez que le dije que no se me daba bien usar el sacacorchos:
"Pero cuando trabajabas en el restaurante tendrías que abrir muchas botellas"
"¿Cuándo he trabajado yo en un restaurante?"
"ehhhh... ¿Unas patatitas?"

O aquella otra noche en la que sonó el telefonillo a las 3 de la mañana, y él con fingida indignación y notable nerviosismo exclamó:
"hay que ver, la gente está loca"
Nene, que a lo mejor están evacuando el edificio. Si te suena el telefonillo a horas intempestivas, lo contestas... a no ser que ya sepas quién es, claro.

Lo que pasa es que si a todas nos vas diciendo que siempre somos bienvenidas en tu casa, tarde o temprano alguna se lo va a tomar en serio. (Nota mental: nunca intentes darle una sorpresa de esas con gabardina y nada debajo).

Pero no era el tema de la infidelidad lo que me molestaba (¿quién soy yo para hablar de cuernos?) sino el que me lo contara alegremente y sin pedírselo justo después de enfadarse conmigo porque yo no le tomaba en serio... A mí me da que en la ecuación salgo perdiendo.

Debería haber accedido a sacarme una foto (porque seguimos de turismo toda la mañana, superapropiado) para ponerla al lado de "gilipollas" en la enciclopedia. Y él todo el tiempo con sonrisilla incómoda de "la he jodido, a ver cómo salgo de ésta".

 Y aquello no había hecho más que empezar.

(continuará)

domingo, 17 de febrero de 2013

Sentir y/o pensar


Siempre que me he enamorado (o he estado a punto de hacerlo), el componente racional ha pesado tanto como el emocional. El saber por qué siento lo que siento, es tan importante como sentir en sí mismo. Ahora tengo más razones para dejar a Pepe que para seguir con él, pero mis piernas no responden a mi cerebro. En vez de huir, se abren. Y no son las únicas. Corazón, estómago y ovarios se han unido en un complot contra mi cabeza. La consigna: “No pienses, Beli, no pienses”.

¿Que prefiere esperar en el coche antes que subir a mi casa mientras me preparo para ir a clase? “No pienses, Beli, no pienses”.

¿Que sigue paseándose por Meetic aunque en la misión se detenga a incluirme en sus favoritos? “No pienses, Beli, no pienses”.

¿Que le cuento algo que me preocupa y él responde, “Ahaa” (sic, por No me interesa nada)? “No pienses, Beli, no pienses”.

Ese maldito mantra me ha nublado, y ahora, lo cierto, es que en lo único que puedo pensar es en estar con él. Ni alejamiento, ni cambio de perspectiva ni leches. La estupidez es el precio que hay que pagar por sonreír sin motivo durante toda la semana, por las hormiguitas en el estómago antes de abrir sus mensajes, por la marabunta en toda mi piel cuando me roza con sus dedos.

Tan perdida estoy, que hasta pienso que es posible, que es “My dragon”. Y cuando no lo pienso, vuelvo a escuchar: “No pienses, Beli, no pienses”.

jueves, 14 de febrero de 2013

Aprende inglés con San Valentín


Hoy es 14 de febrero. Qué noticia ¿no? Como si no nos lo llevaran recordando todo el mes. La verdad es que a pesar del bombardeo patrocinado por el Corte Inglés, nunca en mi vida he celebrado San Valentín, ni siquiera cuando he tenido pareja formal. Si los del PP no ceden a la presión mediática y dimiten en masa, yo no voy a ser menos y voy a salir corriendo a comprar bombones en forma de corazón.

Sin embargo, desde que me dedico a esto de la enseñanza, para mí esta fecha es una excusa estupenda para tener una clase relajada aprendiendo vocabulario útil para la vida del adolescente común:

Kiss, hold hands, date, fall in love, break up, boyfriend, girlfriend, friends with benefits, one night stand...

Con los más avanzados se pueden incluso practicar estructuras más complejas:

Would you be my Valentine? (polite request)
I used to, but I don't love you anymore (verb patterns)
I'll suck you sensless if you lick me first (first conditional)

Pero claro, todo tiene sus pros y sus contras, porque entrados en materia, los muchachos se empiezan a soltar y te expones a estas situaciones:


Niña: When you not a boyfriend, San Valentín is very depression
Yo: Depressing
Niña: Eso, depressin. ¿A que sí, teacher?

O

Niño: My science teacher is horrible. She is forty-algo...
Yo: Forty-something
Niño: Forty-something and she haven't a boyfriend
Otro niño: Seguro que vive con un montón de gatos
Yo: English!

O

Niño: Teacher, do you have boyfriend?
Yo: No, I don't
Niño: Then, you are going to eat ice-cream
Yo: Pardon?
Niño: When you not have a boyfriend, you eat ice-cream in San Valentin
Yo: First of all, I'm not keen on ice-cream. Secondly, my name is not Bridgett Jones

You brats.


miércoles, 6 de febrero de 2013

Teléfono escacharrado


Durante uno de los descansos en la academia. Linda ordena papeles en el aula, Charleen se come un manzana en la recepción y Beli fuma en la calle.

Charleen: … and scratch my pussy
  
Beli: Well... Someone is gonna scratch mine tonight

 Charleen: Wow lady. You’re lucky
  

                                                       Linda (desde el aula): What?


Charleen (gritando): Beli is getting lucky!
  

                                                       Linda: is getting what?!!!

  
Beli (gritando más para que me oiga): I’m getting laid!!!!!!

  
                                                       Linda: kjncejhufbjcmio!!!!???


Charleen: (se ríe)
  
Beli: What did she say?
  
Charleen: She said “Without me?”
                                                              
 Beli (a Linda): There are things I gotta do without you!!!!!
  
                                               Linda (todavía en el aula): Why?!!!

Charleen: (riéndose)
                LAID!! She said she is getting LAID!!!


                                                               Linda: Ahhh!

  
Tenemos que empezar a darnos cuenta de que hablamos inglés, no sueco ni swahili, y un día alguien nos va a entender y se nos va a caer el pelo.

domingo, 3 de febrero de 2013

En busca de mi orgasmo


Las cosas con Pepe habían vuelto a la normalidad… O casi. Volvimos a hablar durante la semana, a quedar para ir al teatro el sábado, pero  aún teníamos un escollo por superar: Recuperar mi orgasmo.

Porque el hombre que lee mi cuerpo mejor que yo misma, no logró hacerme ver las estrellas el viernes pasado. No fue culpa suya. A pesar de las palabras bonitas y el “me gustas como un calcetín” yo no confiaba en él. Seguía dolida, y así, no hay malabares ni cabriolas que me hagan disfrutar del sexo.

Pero como no estaba dispuesta a renunciar a sus habilidades, y como la confianza no es algo que se recupere de un día para otro, opté por otro camino, por un cambio de perspectiva. En lugar de mirar a Pepe como un hombre con quien compartir mi vida, decidí mirarle sólo como un hombre con quien compartir mi cama (la suya, en este caso). Si acercarme a él me había hecho daño, tal vez alejarme de él solucionara el problema.

- Yo creo que hoy tampoco lo vas a conseguir
- ¿Por?
- Pues porque creo que lo que te impidió llegar al orgasmo el otro día sigue ahí. No ha desaparecido

(Vaya, me conoce mejor de lo que pensaba)

- Sí, sigue ahí. Pero hoy es distinto
- ¿En qué?
- He cambiado la perspectiva
- No te entiendo
- Da igual

Ya sé, la comunicación no es nuestro fuerte, pero funcionó. Vaya que si funcionó. Welcome back, my dearest friend.

miércoles, 30 de enero de 2013

La necesidad de abrazar


Víctor es una preciosidad de piel pálida y enormes ojos oscuros. Tiene 6 años, déficit de atención y lleva cinco meses volviéndome loca: Se levanta, golpea la mesa en frustración, es incapaz de hacer una ficha si no es en mi sitio y con mi atenta mirada sobre su hombro. 

No contesta a las preguntas ni participa en los juegos más allá de la primera ronda y yo me debato entre tenerle bajo control o permitir que los otros 9 peques se me desmadren y vuelvan a su casa sin saber la diferencia entre “it is” e “it isn’t” (eso nunca).

Le regaño, se enfurruña, le ignoro, patea la puerta y cuando me descuido y abstraída imito a un dinosaurio para regocijo de la clase, noto una cálida y delicada presión alrededor de mi cintura. Es Víctor y me está abrazando.

He descubierto que mientras nota esa cercanía, la seguridad del contacto físico, está calmado y conforme. Y yo sigo con mi clase como si no pasara nada.

- You know you have a kid hanging from your hips, don't you? (me pregunta Charleen asustada al entrar en el aula)
- Yeah… Long story

¿No sería genial si pudiéramos hacer lo mismo? En el metro, por ejemplo, en una de esas crisis de soledad que le entran a una a veces cuando es martes por la noche y tienes hambre y estás cansada y quieres llegar a casa porque en 10 horas tienes que estar explicando el present perfect por quinta vez este mes, y parece que la semana no va a terminar nunca. En ese momento debería estar permitido levantarte del asiento y abrazar muy fuerte al primer desconocido que entrase en el vagón.

-No se preocupe, señor. Será sólo hasta Príncipe de Vergara.

domingo, 27 de enero de 2013

Motivos para volver

¿Cómo se hace para que dos personas orgullosas y enfadadas vuelvan a hablarse sin que ninguna de las dos dé el primer paso? Eso es algo que sólo puede conseguirse por casualidad, así que, “casualmente” me metí en el chat el miércoles pasado, y ¡Oh casualidad! Pepe y yo hablamos. No mucho, porque, tal y como le dije, quería hacerle una pregunta pero debía ser en persona.

Durante casi toda la cena hablamos de tonterías, de sus cursos, de mis clases, de contracturas musculares, hasta que me sacó el tema de la pregunta.

-Ah, sí, la pregunta… estooo... ¿Yo te gusto?
- Sí, claro que me gustas
-¿Con ropa y sin ella?
- Por dentro y por fuera
- ¿Cómo un calcetín?
- … ehhh… sí… como un calcetín

Seguimos todavía hablando un buen rato, haciendo como que solucionábamos algo, sin hacerlo realmente, porque tal vez si indagábamos un poco más de la cuenta en el por qué de la separación temporal, la cosa podría terminar en algo más definitivo.

Hay dos canciones que me gustan mucho y que tienen mucho que ver con mi reconciliación con Pepe. Una es de Bebe y se titula “Razones”. La otra es de Iván Ferreiro y os la pongo aquí abajo para que la disfrutéis.




Mrs. P. (O Iván Ferreiro negándose a la evidencia)

Supongo que Pepe y yo hicimos como que arreglábamos nuestras diferencias sólo porque los dos teníamos ganas de estar juntos otra vez, así, sin más. Aunque nos falten los motivos. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Soy un cliché


En uno de esos arrebatos de euforia que me dan cuando no he dormido y tengo mucho que hacer, después de mis clases matutinas y una visita a mi médico de cabecera (mi cuerpo indestructible parece que quiere dejarme mal ante todos aquellos con los que presumo de que nunca enfermo), me he pasado por el Carrefour para rellenar la despensa.
Sin pensar mucho, he deambulado por los pasillos cogiendo lo que creía conveniente, y cuando estaba a punto de pasar por caja, me ha dado por echar un ojo a mi compra:

Una botella de ron
3 botes de aceitunas
9 latas de comida para gatos

Igual soy un poco paranoica, pero esto es lo que me ha parecido ver reflejado en los ojos de la cajera:


He espiado a derecha e izquierda para asegurarme de que nadie estaba mirando y silbando discretamente he dado media vuelta y he rellenado la cesta con comida sana sin preocuparme si quiera de cómo iba a cargar con ella hasta casa.

Antes la escoliosis que el deshonor.