domingo, 15 de diciembre de 2013

Cuandolo lo tenemos todo (y nos falta lo más importante)

Este fin de semana he asistido a la presentación de una diseñadora con mucho talento y un coraje envidiable. Tal y como están las cosas en este país, se ha autoproducido, autofinanciado y autodistribuído. Una labor donde se ha dejado un año de su vida y parte de sus ahorros.

Visto el éxito y la acogida que ha tenido, uno podría esperar encontrarla borracha de ego y subida en un pedestal de autoestima.

La sorpresa ha sido cuando, en un momento tranquilo del evento, en la intimidad de la esquina de los fumadores, nos ha confesado a mi amiga y a mí, dos desconocidas, que no está feliz. No está feliz porque acaba de romper con su novio.
El dolor de perder al hombre que ama podía más que la alegría de ver por fin el fruto de su trabajo culminado y admirado por extraños, amigos y expertos en la materia.

Y no estoy hablando de una de mis quinceañeras alumnas, que cuando sufren un revés amoroso no tienen ganas de practicar el future simple y se me echan a llorar en mitad de una oración. Estoy hablando de una mujer preciosa, madura, inteligente y con muchísimo talento.

Supongo que, como decía hace un tiempo en este blog, no somos tan distintos. A nosotros, a veces también, los sentimientos nos vencen, y no atendemos a razones. Y nos ponemos las orejeras de burro que no nos dejan ver más allá de lo que deseamos, aunque no sea lo que nos convenga, ni siquiera lo que nos hace felices.

Pero yo me he ido de allí pensando que no es justo. No es justo que se pierda el disfrutar de la recompensa que se ha ganado con esfuerzo por culpa de un hombre tan ocupado con sus cosas que no había encontrado un momento para ir a la presentación.


Mientra recogíamos los abrigos y la gente en la sala hablaba de su trabajo, ella estaba escondida, con el móvil en la mano, diseñando una disculpa. 


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