miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Me quieres o me necesitas?

Hace 12 años que Mateo conoció a una chica durante una convención de cómics. Una semana después iniciaban una relación a distancia, y en cuestión de 6 meses se estaba mudando a 500 kilómetros de Madrid para casarse con ella. Por cuestiones que no vienen al caso, desde ese entonces sólo había sabido de él que se había comprado un chalet, había tenido dos gatos y, más recientemente, una niña preciosa.
Hasta este verano, cuando me sorprendió con la noticia de que venía a una entrevista a Madrid.

- ¿Y te vas a venir a vivir aquí?
- Si me sale trabajo, sí
- Y tu mujer, ¿Qué va hacer? ¿Se viene también?
- Estamos separados.

Casi me ahogo con una patata brava. Por suerte teníamos cerveza para pasar el trago.

- ¿Y qué ha pasado?
- Nada, pero como pareja ya no funcionábamos. Ella ha evolucionado mucho, está mucho mejor que cuando la conocí, es mucho más fuerte y ya no me necesita. Y si alguien ya no te necesita, pues… ya ¿para qué?

Necesidad. Eso es el amor para muchas personas, supongo, pero nunca nadie me lo había dicho de forma tan clara. No sé si es la forma más saludable de tener una relación de pareja, pero a estos chicos les ha valido para vivir 12 años de matrimonio y formar una bonita familia. Yo he empleado esos mismos doce años para romper con el amor de mi vida, volver a enamorarme, ir a otro país a que me pisen el corazón y entretenerme con una par de relaciones frustradas y frustrantes. Visto así, es difícil saber quién tiene razón.

Y sin embargo, desde aquellas cañas con Mateo, se me viene a la cabeza muchas veces otra conversación trascendental, una de esas que tienes a los 20 años, cuando todas tus prioridades parecen estar claras y el futuro está lleno de posibilidades a tu medida.

- No quiero que me necesites. Lo que quiero es que estés conmigo porque quieres estar conmigo, no porque no puedas estar sin mí.

Y así fue. Nunca nos fuimos imprescindibles, pero nos quisimos como sólo se puede querer a los 20. Teníamos todo un futuro lleno de posibilidades a nuestra medida y decidimos vivirlo cada uno por nuestro lado. Porque aunque nos hacíamos felices, no nos necesitábamos para ser felices.


Supongo que hay muchas formas de amar, y tal vez Mateo tenga su parte de razón, pero yo, desde luego, del que me enamoré y al que no he podido olvidar a pesar de los años, es justo al otro. Al que nunca me necesitó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario