“Mi nombre es Beli, tengo 34 años, soy profesora de idiomas
y estoy soltera”. Ahora es cuando un eco de voces a mi alrededor exclama al
unísono “Hola Beli” y me da la bienvenida al grupo.
Comenzando a escribir este blog me ha dado cuenta de por qué
las terapias colectivas (para dejar las drogas, el sexo, las ganas de matar a
la cuñada o lo que sea) tienen esta rutina para recibir al nuevo en su primera
sesión antes de que cuente su historia. Y es que lo que cuesta es empezar. A partir
de aquí ya va todo rodado.
Por eso, porque lo complicado es arrancar, tardé dos años en
darme cuenta de que mi nueva filosofía zen (o importaculista, según las
versiones) me permitía pasar de todo y no preocuparme en exceso por casi nada y
aunque eso me hacía relativamente feliz, me iba a llevar irrevocablemente a
morir sola. Relativamente feliz, pero sola (bueno, probablemente rodeada de
gatos que se harían pis en mi cadáver).
Un buen día, no sé exactamente la fecha, alertada por los
augurios de un nuevo fin del mundo en el 2012 o por otra de esas salidas de
amigos en las que se hace incómodamente notable que el grupo es impar (y todo
por tu culpa) decidí ponerme mentalmente manos a la obra: Iba a conseguirme un
novio.
Más fácil de pensar que de hacer, por supuesto. Mis escasas
habilidades sociales, mi círculo social reducido y mis horarios caóticos no son
una buena combinación.
Mi amiga Dolores (en su tranquila sabiduría) me recomendó
apuntarme a cursos “Ahí la gente liga mucho” me aseguró. Un rápido vistazo a mi
agenda me hizo descartar la idea. Si ni siquiera puedo encontrar un rato para
pedir cita con mi dentista, ¿cómo voy a comprometerme a hacer macramé o
animación por ordenador dos horas por semana?
Pedí ayuda a otros amigos con firmeza y seriedad (¿Conoces a
un soltero de más de 30? Preséntamelo, porfi, porfi, porfi) con no tan buenos
resultados (ya contaré la historia en otra entrada). Estaba claro que si quería llevar a cabo mi plan tenía que
hacerlo de la única manera en que sé hacer las cosas, como las he hecho siempre:
Sola.
Pero ¿por dónde empiezo? Pues por escribir un blog, claro. Y
aquí estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario