lunes, 6 de febrero de 2012

Lo que cuesta es empezar


Mi nombre es Beli, tengo 34 años, soy profesora de idiomas y estoy soltera”. Ahora es cuando un eco de voces a mi alrededor exclama al unísono “Hola Beli” y me da la bienvenida al grupo.
Comenzando a escribir este blog me ha dado cuenta de por qué las terapias colectivas (para dejar las drogas, el sexo, las ganas de matar a la cuñada o lo que sea) tienen esta rutina para recibir al nuevo en su primera sesión antes de que cuente su historia. Y es que lo que cuesta es empezar. A partir de aquí ya va todo rodado.

Por eso, porque lo complicado es arrancar, tardé dos años en darme cuenta de que mi nueva filosofía zen (o importaculista, según las versiones) me permitía pasar de todo y no preocuparme en exceso por casi nada y aunque eso me hacía relativamente feliz, me iba a llevar irrevocablemente a morir sola. Relativamente feliz, pero sola (bueno, probablemente rodeada de gatos que se harían pis en mi cadáver).

Un buen día, no sé exactamente la fecha, alertada por los augurios de un nuevo fin del mundo en el 2012 o por otra de esas salidas de amigos en las que se hace incómodamente notable que el grupo es impar (y todo por tu culpa) decidí ponerme mentalmente manos a la obra: Iba a conseguirme un novio.
Más fácil de pensar que de hacer, por supuesto. Mis escasas habilidades sociales, mi círculo social reducido y mis horarios caóticos no son una buena combinación.

Mi amiga Dolores (en su tranquila sabiduría) me recomendó apuntarme a cursos “Ahí la gente liga mucho” me aseguró. Un rápido vistazo a mi agenda me hizo descartar la idea. Si ni siquiera puedo encontrar un rato para pedir cita con mi dentista, ¿cómo voy a comprometerme a hacer macramé o animación por ordenador dos horas por semana?

Pedí ayuda a otros amigos con firmeza y seriedad (¿Conoces a un soltero de más de 30? Preséntamelo, porfi, porfi, porfi) con no tan buenos resultados (ya contaré la historia en otra entrada). Estaba claro que si quería llevar a cabo mi plan tenía que hacerlo de la única manera en que sé hacer las cosas, como las he hecho siempre: Sola.

Pero ¿por dónde empiezo? Pues por escribir un blog, claro. Y aquí estoy.

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