- ¿Qué haces el domingo? ¿Nos vamos de cañas? Jejejej
Llamadme ignorante o anticuada pero no lo entiendo, ¿Qué
parte de irnos de cañas le hace tanta gracia? ¿Por qué se ríe?
Además de una recreación calculada de un hecho espontáneo
(nos han contado algo muy divertido y queremos hacerle saber al otro la
explosión de hilaridad que nos ha ocasionado) los jejejej se han convertido en
una barrera ante posibles decepciones, una especie de condones para el orgullo.
Al parecer funciona así:
Tú invitas a alguien al cine y te contesta “antes me veo un
biopic de Belén Esteban dirigido por Gus Van Sant y doblado al coreano”.
Si no has tenido la precaución de añadir unos cuantos “Jes”
a la proposición, esa respuesta es como una lanza empapada en vinagre traspasándote
el estómago de camino al corazón. Si por el contrario has terminado tu mensaje
con una dosis lo suficientemente larga de carcajadas digitales, no pasa nada,
estás a salvo. Contrarrestas con un “Ya, si tú también me das un poco de
asquete… jajaja” y asunto solucionado. Al otro siempre le quedará la duda de si
lo decías en serio (a ti no) y tu dignidad saldrá indemne.
Y digo yo, ¿no estamos ya bastante protegidos detrás de una
pantalla táctil? ¿No son ya invisibles nuestras inflexiones de voz y nuestros
temblores de manos? ¿No podemos echar a correr (bloquear contacto) sin temor a
que nos den alcance? Cada vez somos más cobardes, y cada vez arriesgamos menos.
Pero cuidado porque los jejejejs son también un arma de doble filo que se
convierten en reveladores de inseguridades: “¿Nos tomamos unas cañas? Jejejej”
en mi traductor aparece como “quiero quedar contigo, pero soy demasiado tímido
y me da una vergüenza espantosa pedírtelo”.
Pues estamos apañados, Cutie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario